A la hora de cerrar esta sección aún no había presentado su dimisión el diputado de Coalición Canaria Esteban Bethencourt, que se hizo merecedor este viernes del dudoso honor de ser el primer aforado de la nacionalidad en ser condenado por un tribunal popular a una pena de cárcel por un delito relacionado con la corrupción. A Bethencourt le han atribuido una malversación de fondos públicos por importe de 8.380.000 pesetas, cincuenta y pico mil euros de los de curso legal, de los que se apropió por la vía de cobrar unas dietas de modo irregular. Nadie reclamado un gesto en su partido ni en el que apoya a su partido, el PP, para dar por bueno alguno de los numerosos códigos éticos aprobados con grandes solemnidades, y mandar a este señor a la calle. Cierto es que la sentencia admite casación ante el Supremo, y Paulino ha dicho que hay que esperara la firmeza. Pero convendría que, llegados a una condena así, el político en cuestión y su partido tengan la dignidad suficiente como para dar ejemplo una sola vez. Lo otro es amparar la corrupción.