Lo intentó por activa y por pasiva, y hasta consiguió el calorcito de algún comunicólogo especializado en escándalos de chicha y nabo. Pero como todos los inventos tras los que solo hay majaderías, la intentona del abogado Alfredo Briganty por anular la investigación del caso Eolo ha acabado yéndose por el sumidero como buena pendejada que era. La Audiencia Provincial de Las Palmas, tras algunas idas y venidas bastante majaderas también, ha acabado por archivar la denuncia que este intrépido abogado canario afincado en Madrid, imputado en esa causa de corrupción del Partido Popular, contra no se sabe muy bien qué, ni por qué, en la que solo estuvo investigado el abogado de otro de los imputados, Chus el de la Caja, una buena pieza al que va a costar mucho trabajo volver a encontrar un letrado que le defienda en el partido judicial de Las Palmas de Gran Canaria. Para los desmemoriados debemos hacer un breve resumen: Briganty, trasmutado en vengador justiciero y adoptando unas veces la forma de defensor de la verdad y otras de anónimo remitente de correos, cartas y grabaciones de audio, decidió prender fuego a la instrucción del caso Eolo cuando éste se acercaba peligrosamente a la fase final. Para ello distribuyó una grabación realizada a escondidas (es curiosa la afición de los cafres por grabar a traición a la gente) por el famoso Chus el de La Caja, que en realidad se llama Jesús González. En esa grabación se escucha al susodicho Chus hablando con su abogado, José María Aranda, que trataba por enésima vez de calmarlo diciéndole que había hablado con el juez instructor y que había posibilidades de librarlo de la imputación si colaboraba. Gracias a esa traición del cliente a su letrado, Aranda se convirtió en el primer profesional del gremio que ha sido exonerado por el Colegio de Abogados de Las Palmas de la obligación de preservar los secretos propios de su condición respecto de aquel cliente tan sandunguero. Al fin y al cabo se tenía que defender de él. Briganty, como decíamos, movió esa grabación por todas las redacciones de medios informativos, por despachos de toda índole y hasta por los domicilios particulares de la familia del abogado. En su papel de pulcro letrado se hizo el sorprendido al encontrarse casualmente con la grabación enviada a su despacho por un anónimo y con ella se fue al juzgado de guardia a hacer resplandecer la justicia. Su intento ha quedado en archivo y en una condena a que, por esa misma pulcritud, se ocupe de pagar las costas judiciales. Es decir, al abogado Aranda. Y pensar que Soria le propuso ser delegado del Gobierno en Canarias, qué ojo clínico, tú.