Los dos ejemplos son de sobra conocidos por nuestros lectores. Siendo José Manuel Soria alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, compró por casi el triple de su valor de mercado la antigua fábrica de tabacos de La Favorita. La operación se cerró con una empresa creada para la ocasión Calle Cervantes, S.A., vinculada al empresario Santiago Santana Cazorla, que fue disuelta inmediatamente después de haber hecho el pase: comprar el inmueble por cinco millones y colocárselo meses después al Ayuntamiento por doce mediante un concurso que todavía sigue apestando. El mismo político repite fórmula al llegar el concurso eólico a Canarias: el empresario Javier Esquivel monta una empresa de 3.000 euros, Promotora de Recursos Eólicos, con la que se coloca de manera ventajosa para obtener el mejor campo de vientos de Europa en el muelle de Arinaga. Soria era entonces presidente del Cabildo grancanario, miembro del Consejo de Administración de la Autoridad Portuaria junto a su hermano Luis, consejero de Industria, órgano adjudicador del concurso. Fueron aquellos frenéticos meses en los que el presidente del PP vivía gratis en un chalet del empresario Javier Esquivel, como ha quedado acreditado de sobra ante la pasmosa inacción de la Justicia. Pero les dijimos tres ejemplos: ¿se acuerdan de Isolux? No era empresa de nuevo cuño cuando le dieron los módulos de desalación, pero sí era su primera incursión en el mundo de la ósmosis inversa. Todavía está pagando la ciudad las consecuencias de aquel concurso convocado por Soria y fallado por Pepa Luzardo.