Lo de las pulseritas verdes de La Gran Karina (Pepa no dejará de sorprendernos con su baúl de los recuerdos) dan guerra, ¿eh?, mucha más de las que imaginaban los estrategas de comunicación de la alcaldesa, que incluso se creen los más listos del lugar. No sabemos si les adorna esa gracia, pero la de la perversidad, seguro que sí. Ya nos imaginamos quiénes lucirán las pulseras por imperativo político, es decir, los que tienen que predicar con el dudoso ejemplo de promocionar una actuación a todas luces ilegal revestida de ser lo mejor para Gran Canaria, y chupa del frasco, Carrasco. Luego están los pelotas, esos miembros del consejo de administración de la Autoridad Portuaria que en una mano se colocarán la pulsera, por lo que pudiera ocurrir en el futuro, y con la otra votarán a favor de las tesis de Bruselas, no vaya a ser que a mí me vayan a hacer caer por el sumidero. También forman parte de este grupo representantes de asociaciones empresariales temerosas de dios y de algún periodista cabroncete, que no sobrepasa el metro y medio, pero con mucha mala leche. No basta con un regalito allende los mares, hay que ganar a pulso el estatus, y en eso están algunos dirigentes -ejem-empresariales.