A la sentencia del caso Guillén, hecha pública este miércoles, sólo le ha faltado una cosa: pedir perdón a los encausados, ahora absueltos libre y totalmente. Y el perdón debió escribirlo la Audiencia Provincial en nombre de la Administración de Justicia, lo debió escribir la fantasmagórica y esquizofrénica asociación de letrados Justicia y Sociedad, lo debió escribir una parte de los medios de comunicación canarios y los políticos que se aprovecharon de la coyuntura -y hasta alentaron a algún mal juez- para sacar rédito político a un caso que, como se veía venir desde hace años, jamás existió. El caso Guillén es ahora el caso de una sociedad que condenó a los imputados muchos años antes de que se celebrara la vista oral, que tardó en celebrarse casi catorce años. Una vergüenza para una sociedad que se dice moderna.