A estas alturas de la película y dejando reposar al menos por unos días las primeras reacciones del personal, parece evidente que ni a José Miguel Ruano ni a José Manuel Soria, los dos jotaemes, les hace la menor gracia que alguien pueda investigar cualquier cosa que tenga que ver con el caso Roldós. Nos referimos, como saben, a la penúltima cochinada del PP en lo que respecta a concursos públicos multimillonarios. Vaya por delante, por si alguien lo había olvidado, que Soria y Ruano son como la uña y la raña, tal para cual, y donde uno como huevo, el otro come huevo y sobra huevo. Comparten debilidades por la información sensible sobre los demás, por las cuitas judiciales bien teledirigidas, por el control del quién es quién y qué poco nos quiere ese. De ahí que a ninguno de los dos agradara que la juez Rosell le metiera mano de oficio al caso de la hemodiálisis y citara a declarar a la jefa de servicio que admitió que un día le ofrecieron un soborno por un concurso similar al que ahora ha levantado todas las sospechas. Y mucho menos que la misma magistrada denunciara paralelamente que los ordenadores de los jueces y fiscales canarios son una ventana abierta al mundo, en feliz expresión de un informático que una vez fue requerido para hacer las oportunas comprobaciones.