Oramas desperdició una oportunidad para que junto a Cataluña y Euskadi y tras el cambio de signo en Galicia, fuera Canarias la tercera nacionalidad con mejor sintonía política y presupuestaria con Madrid. Pero se limitó a enumerar el catálogo de penas y penurias ?todas ciertas, sin duda- del archipiélago, castigado por una crisis global agravada por la insularidad y la lejanía, pero sin esbozar siquiera la remota posibilidad de un entendimiento ideológico o parlamentario. Oramas, en esto, estuvo a la altura de Paulino Rivero, y en comparación con Olarte, Mauricio o Mardones, supo sacar el mismo jugo (económico) a los debates sobre el Estado de la Nación.