Pero aún siendo muy singular la deposición de don Pepito ante el tribunal, desbordó cualquier previsión la que hizo su escribiente Andrés Chaves. Y le llamamos escribiente ya sin ninguna duda porque el editorialista detalló con todo lujo de detalle como él va dictando los editoriales tal cual le vienen a la cabeza los conceptos y las expresiones y sus colaboradores Andrés Chaves y Ricardo Peytaví se encargan de plasmarlos en papel para que el propietario de El Día los corrija y los ordene publicar. Unos pensamientos, según destacó don José Esteban, que fluyen a borbotones gracias a que mantiene intactas las tres potencias del alma: la memoria, el entendimiento y la voluntad. Vimos a un Chaves acorralado por sus propias mentiras y por la necesidad de arreglar un desaguisado en el que se metió en 1989, cuando publicó su primer artículo -que el juez se lo mostró para que lo reconociera como propio- contra el que dio en llamar “don Pepito”. Chaves no sabía cómo decirle al tribunal que estaba muy arrepentido de aquellos insultos, tales como “papanatas” o “esperpento”, o por aquella foto del libro Islas de Locos en la que el editor aparecía junto a un chimpancé y Chaves jugó a confundir a un ser vivo con el otro ser vivo. “Una criatura de Dios”, como se autodenominó el editorialista independentista. “Es que uno escribe todos los días y se desborda”, lloriqueaba ante el juez este viernes un desbordado Andrés Chaves, que se quejó de que en CANARIAS AHORA se le haya denominado en una sola ocasión “Sancho Panza”, seguramente por alguno de sus habituales desbordamientos más allá del ordenamiento jurídico. El juicio quedó visto para sentencia.