Luis Hernández se ha pegado a Román Rodríguez como una lapa en la creencia de que el vicepresidente del Cabildo de Gran Canaria podrá ejercer mucha influencia gracias a los dineros que va a mover gracias a esa gran operación financiera que es el tren. El ex presidente portuario conoce a la perfección el poder que puede llegar a atesorar Román Rodríguez con un concurso así entre las manos, y no ha perdido un solo segundo para posicionarse convenientemente. La opción a presidir la Cámara es la excusa perfecta para luego exigir un premio de consolación que, en realidad, es el Gordo que pretende alcanzar. Román se deja querer porque no puede llevar la contraria a un empresario como Jaime Cortezo, que tantas veces le ha financiado la campaña electoral y al que no podrá satisfacer en operaciones como Güi-Güi o el Islote del Francés, a no ser que Juan Carlos Becerra haga determinado trabajo sucio ante el alcalde de Arrecife, Cándido Reguera, que ya se deja querer.