Mucho protagonismo el que están adquiriendo en los últimos tiempos algunos miembros de la carrera fiscal española. Lo más llamativo, como siempre, lo protagoniza ese pedazo de garantía que tenemos todos los españoles al frente de la Fiscalía General, que le ha metido mano a la gente de Nunca Màis con una diligencia hasta rabiosa y a instancias de un ultraderechista asiduo de la fiscalía que nunca había tenido tanta suerte con una denuncia suya. Luego están los fiscales de aquí, cuyo jefe máximo, Juan Guerra, ha reclamado públicamente al Gobierno una explicación por la destitución de Francisco Rodríguez Batllori como viceconsejero de Justicia. Guerra es el mismo Guerra que en la inauguración de los juzgados de Telde dio por hecho el talante dialogante y conciliador de Marino Alduán, el sustituto del fulminado, y el mismo que este lunes le telefoneará (a él y a Bonis) para matizar esas afirmaciones y echarle la culpa a la prensa. No está la Fiscalía canaria para muchos trotes, según se sostiene en los ambientes políticos, no sólo por la inacción de oficio tan secular y a veces cabreante, sino por el contraste que se produce en ocasiones con informes cuanto menos llamativos, como los del Icfem y el de la retirada de la querella de La Caja. Pero habrá que darles una explicación, se la merecen.