Pero todo poder conduce al desgaste, y todo desgaste conduce a alguna derrota, y la derrota a cierta frustración, y la frustración a la división? Y así hasta tropezarte con que uno de los núcleos fundacionales más incontestables de Coalición Canaria, el de ATI en Tenerife, ha sufrido su mayor crisis desde su fundación allá por la era de los ochenta, ¿se acuerdan? Se desmoronaba la UCD, lo que condujo a que un grupo de próceres y alcaldes se constituyeran en canalizadores del sentimiento tinerfeñista más profundo y, de un manotazo, desactivaran cualquier opción de centro-derecha con vocación de representar a los poderes tradicionales. ATI se convirtió en el más inteligente aglutinador del insularismo de entonces, de inmediato transformado en nacionalismo canario, segura de controlar a la perfección su feudo territorial, su penetración en la burguesía tinerfeña a través de los alcaldes (los magos los llaman a sus espaldas) y el poder urbano, cada sector con sus respectivos líderes, pero todos a una: Tenerife antes que nada. Hasta que intuyeron que había que dar un giro, y ese giro lo ha encarnado a la perfección un “mago” devenido en regionalista convencido, Paulino Rivero.