La venganza ha cegado a don Pepito, que no ha podido soportar la ofensa de que el Gobierno de Canarias no le otorgara ninguna de las frecuencias de radio que concedió en el concurso recientemente fallado. Cree que puede revertir el resultado, para lo cual pretende someter al presidente del Gobierno con todo tipo de ataques políticos y privados para que prevarique y cambie la decisión de la mesa de contratación. Esa ceguera le ha llevado a cometer dos errores de libro que le pueden costar un disgusto en los tribunales. En primer lugar, ignorar el burofax que le remitió Ángela Mena, esposa de Paulino Rivero, previniéndole de que lo que anunciaba que iba a publicar el día 19 de junio era falso, para lo cual le acompañó el famoso certificado del Consulado General de España en México. Pero el segundo error, también grave porque abunda en la perversa intencionalidad del editor de atacar la imagen de Paulino Rivero, ha sido no publicar la rectificación que le fue remitida en los tres días de plazo que concede la ley a los medios de comunicación que las reciben. De este modo, el insigne editor incumple dos premisas básicas para mejor proveer ante la Justicia: la búsqueda diligente de la verdad (que se la ha pasado por salva sea la parte) y el respeto al derecho de rectificación de los afectados, con el que se ha hecho una bufanda.