Es de tal calibre y tan inquietante el relato que hace Benítez Cambreleng de todas las reuniones que ha mantenido con Soria y con el consejero del PP en el Cabildo Carlos Sánchez, que su abogado tendrá serias dificultades para ordenar de mayor a menor todos los delitos descritos, atendiendo a su gravedad y a las penas que prevé el Código Penal. Si ya sonaba a somocista eso de que un vicepresidente del Gobierno grabara a un testigo-denunciante de una trama de corrupción de su partido, más grave fue que entregara las grabaciones a la muy franquista revista Época para que con ellas hiciera un queque infumable. Pero, a continuación, Cambreleng asegura que Soria le ofreció, a través del mismo intermediario que amañó la reunión, 600.000 euros de soborno, aduciendo que los podía pedir porque, mira, Paco, “eres la niña de sus ojos” [de Soria, ha de entenderse]. O sea, violación de la intimidad, difusión de grabaciones sin autorización, intento de soborno, delito contra la Administración de Justicia... ¿Alguien da más?