El expediente de Anfi Tauro está bichado desde el principio, no sólo porque Soria aceptara viajar de colgadera cuando se tramitaba el asunto dentro del Cabildo, sino porque el promotor también cometió unos cuantos errores que los técnicos de la Corporación se encargaron de resaltar. Pero no incluyeron el más grave porque cuando redactaron sus informes no se había producido: el acuerdo lo tenía que adoptar el presidente del Cabildo, que ni siquiera quiso participar en la reunión del consejo insular de gobierno. Por lo tanto, en evitación de que Tauro padezca el síndrome de La Gran Marina, consistente en la nulidad de pleno derecho pero con escarnio y risotada general, lo mejor es que el Gobierno devuelva el expediente al Cabildo y lo tramiten como manda la ley.