El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
(Casi) Diario de Campaña IV
Mientras la maquinaria del fango activada por José Manuel Soria y la Fiscalía de Las Palmas continúa esparciendo su detritus a lo largo de la campaña electoral, la vida política continúa su curso. Este jueves Canarias recibió la visita de los líderes nacionales de dos formaciones que van a tener mucho que decir en las elecciones del próximo día 20. El presidente del Gobierno y candidato del Partido Popular, Mariano Rajoy, desembarcaba en Canarias con un nuevo anuncio que sumar a su Ley contra el Cambio Climático. Ahora toca a los trabajadores alargarles y supuestamente alegrarles la jubilación con una genialidad marca de la casa: si siguen trabajando hasta morir con las botas puestas les vamos a perdonar el IRPF. Todo ello para que no tengan que convertirse en pensionistas y eviten a la maltrecha caja de las pensiones seguir adelgazando por la negligencia de quienes nos gobiernan. Venga, hagamos bueno aquello de que el trabajo dignifica al hombre (que debe ser que a la mujer no) y sigamos en el tajo por los siglos de los siglos. Fue la propuesta estrella lanzada por Rajoy en sus mítines canarios ante el regocijo de su hinchada, que llenó una de las naves del Recinto Ferial de Canarias, en Las Palmas de Gran Canaria, la tarde noche de este jueves. A unos pocos kilómetros, en el barrio de Guanarteme, sin guaguas de acarreo, Podemos llenaba la plaza de El Pilar con la plana mayor del partido (Pablo Iglesias, Íñigo Errejón, Irene Montero (proclamada candidata a vicepresidenta), Juan Carlos Monedero, Rafa Mayoral… a los que se sumaron en este periplo Noemí Santana, Meri Pita y la número uno por Las Palmas, Victoria Rosell. Mientras Rajoy se erigía ante los suyos (“los más numerosos y mejores militantes” del país) en el Cid Campeador de la unidad de España, los de Podemos insistían en recuperar para la gente símbolos hasta ahora exclusivos de la derecha: España, patria, patriotismo, como propiedad de los ciudadanos de este país a los que se les arrebató, primero en el golpe de estado del 36 y luego, en la transición, para distinguir a los demócratas de las personas de orden. Y las personas de orden que oyeron a Rajoy en Tenerife y en Gran Canaria lo escucharon decir que no puede ser que les vengan a arrebatar el poder estos descamisados “que en un cuarto de hora quieren ser presidentes”. Expresión muy reveladora que viene a imponer que para hacer política en España hay que pasar primero por una militancia servil y luego por décadas de coche oficial para, acto seguido, tener pretensiones tan elevadas. El contraste no pudo ser más brutal en tan pocos kilómetros cuadrados.
Soria, el más aclamado
Íñigo Errejón, jefe de campaña de Podemos, cuajó el discurso de más profundidad de la noche, con ataques a todos los partidos que optan a gobernar España sin dejar títere con cabeza y deteniéndose particularmente en el PP de Rajoy del que se mofó, tras una retahíla de reproches, de su eslogan de campaña: “España en serio”. Recibió también Pedro Sánchez, el candidato del PSOE, pero con algo de compasión: “bastante tiene con lo que tiene”; y Albert Rivera, al que se aplica en sentido contrario aquel adagio de Felipe González tras su derrota a manos de José María Aznar: “Me faltaron dos debates y quince días de campaña”. Según Errejón, a medida que avanza esta campaña de 2015, el líder de Ciudadanos va declinando lentamente a pesar de los apoyos que le brinda el Ibex 35 en la búsqueda de un icono moderno de la derecha antigua que ni siquiera es ya capaz de atender a sus intereses. Pero a pesar de que Rajoy se llevó las tarascadas más potentes y reiteradas de la noche por su gestión de estos últimos años, el nombre que más encrespaba los ánimos del respetable en la plaza de El Pilar fue el de José Manuel Soria. Fue mencionado por varios intervinientes, alguno lo equiparó a Berlusconi, y en todo momento –especialmente llegados al momento petrolero que le ha definido esta legislatura- recibió los mayores abucheos de la noche.
Y el gran ausente
José Manuel Soria sí estuvo en el mitin de Rajoy en Las Palmas de Gran Canaria, e incluso participó en él, así como en el paseo mundano de la tarde a través de la concurrida calle de Triana, en el pasado el área de comercio tradicional de la ciudad convertida de unos años a esta parte en sede de las grandes franquicias de la moda. Hubo besos y lisonjas, fotos con niños y marcadas sonrisas, al más puro estilo de campaña electoral tradicional. La agenda del ministro no sufrió en esta ocasión ningún quebranto, cosa que sí ocurrió la noche anterior, la del miércoles, cuando propinó un apoteósico plantón a la Televisión Canaria y a los candidatos de los otros cuatro partidos convocados (PSOE, Coalición Canaria, Ciudadanos y Podemos). Aseguran desde RTVC que al equipo del candidato del PP se le llegaron a ofrecer cuatro fechas distintas hasta que escogió la de la noche del 9 de diciembre, y esa fue la que se cerró con todos los equipos de campaña. Pero llegada la noche de autos, el PP comunica que su candidato no puede constituirse en el plató de El Sebadal (Las Palmas de Gran Canaria) por un desajuste en su agenda. Fue una lástima que los responsables de la tele supieran exactamente dónde se encontraba a aquellas horas el líder popular, exactamente en una cena con la Agrupación de Vecinos de San Bartolomé de Tirajana, el partido asociado al PP en ese municipio. La cita estaba cerrada con muchísimas antelación, la suficiente como para repartir las invitaciones garantizando que a ella acudiría el ministro. Y lo hizo en compañía de la candidata al Senado María del Carmen Hernández Bento. Eso quiere decir que desde hacía tiempo, Soria y su equipo de campaña sabían que el candidato del PP no iba a acudir al debate, y su intento de sustituirlo a última hora por otro aspirante resultó rechazado por el medio convocante sin necesidad de consultar con el resto de partidos invitados. Sin Soria, al que en anteriores convocatorias se dirigieron todas las críticas de sus adversarios, el debate se devaluó bastante. Lo que quedó confirmado, sin embargo, fue la falta de respeto del PP y de su líder regional a los demás contrincantes, al medio convocante y, sobre todo, a los telespectadores.
Ángela Mena gana a ‘El Día’
Han pasado ya unos cuantos años desde que los despiadados ataques a Paulino Rivero y a su esposa, Ángela Mena, se instalaron en las páginas de opinión del periódico tinerfeño El Día. El motivo fue aquel siempre recordado concurso de asignación de frecuencias de radio en el que la emisora de Editorial Leoncio Rodríguez no logró hacerse con ninguna. Uno de los ataques más apoteósicos fue aquel en el que, agarrándose como clavo ardiendo a un presunto reportaje de la también difunta web de denuncias chiritpitifláuticas Kanaryleaks, sobre la fundación de una empresa en Puebla, México, por parte de la familia de Rivero, atribuía a esta una oscura trama de negocios sucios. La noticia fue un auténtico cachondeo porque no hubo el menor contraste ni la menor intención de publicar las rectificaciones que se le enviaban al director y editor del periódico, el ya fallecido José Rodríguez Ramírez. Negativa que estuvo acompañada de una batería de artículos de tono y epítetos insultantes que hicieron las delicias de los adversarios del presidente del Gobierno y de los abogados de sus familiares, que interpusieron la correspondiente demanda. Don José y sus mariachis se empeñaron en ver en aquella empresa mexicana un filón desde el que tumbar al presidente Rivero a través de su mujer y algunos de sus familiares. La reacción de Ángela Mena, esposa del atacado, así como de los otros familiares mencionados en las alucinantes crónicas de don Pepito, consistió en una demanda de protección al honor que fueron ganando en todas las instancias. La cosa llegó al Supremo, que acaba de fallar que ha lugar a reconocer la intromisión al honor y, por lo tanto, a condenar a El Día y a su empresa editora a una indemnización de 100.000 euros a repartir entre las tres personas perjudicadas. A Ángela Mena le han correspondido 20.000 euros y, sobre todo, la satisfacción de una victoria, aunque ésta llegue a título póstumo y con cinco años de demora.
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