Hubo mucha gente que pensó que era una inocentada, que no podía ser que Carmelo Padrón eligiera precisamente el día de los Santos Inocentes para presentar su dimisión como director de gobierno de Urbanismo de Las Palmas de Gran Canaria, provocando una crisis enorme en el equipo de Jerónimo Saavedra. No fue una inocentada, fue un verdadero disgusto para la ciudad, que pierde una de las cabezas mejor amuebladas del urbanismo, del derecho urbanístico, de la política y de la honradez a prueba de bombas. Hubo lágrimas en las oficinas municipales entre compañeros del dimisionario y una reacción de frustración generalizada entre las bases socialistas y la ciudadanía al temerse ciertos los vientos de insoportable inconsistencia del gobierno municipal. Sin restar un milímetro de gravedad al asunto, no será para tanto.