Mira que se lo veníamos advirtiendo desde hace algún tiempo, pero ya saben ustedes cómo es don Pepito cuando se pone obstinado. Le veníamos previniendo de que andará con cuidado, que para medirse con un presidente de Gobierno no basta con tener la determinación suficientemente, sino también los papeles contrastados, contrapesados, equilibrados y alicatados hasta el techo. También le venimos avisando humildemente, que para eso don Pepito es más veterano y mucho más profesional que nosotros, de que no se puede andar chantajeando a nadie (y menos al mismo presidente del Gobierno de la reflexión anterior) con publicarle un reportaje de investigación profunda si no te devuelve la emisora que te levantó en un concurso público. Porque ese chantaje se le puede volver en contra a quien lo promueve, primero porque así no va a conseguir sus frecuencias, y segundo, porque de ese modo, pasándose de frenada en todas las curvas, patinando a las cuatro ruedas como viene haciendo de modo preocupantemente habitual, no es que pueda ganar un solo pleito judicial de cuantos él mismo inicia, sino que perderá todos los que ejerciten contra él. Por lo pronto, dice Paulino Rivero que lo tiene cogido por los fondillos a cuenta de esos papeles, presuntamente falsos, que El Día publicó sin contrastar mínimamente. Pero esa falsedad documental que el presidente pide que se le investigue a don Pepito no es nada comparada con la retahíla de delitos que el insigne editorialista le ha endilgado al presidente.