Don Pepito llegó a publicar insultos intolerables contra Leopoldo Fernández Cabeza de Vaca (“una verdadera caca como esas de las que hay que huir en las aceras”; “godo puro, altanero, pedante acentuado de la metrópoli...”), a lo que Pomares le replicó afirmando que “José Rodríguez ha perdido completamente la cabeza (...) mientras Tenerife permanece cómplice impasible ante la absoluta demencia de un escribidor ágrafo y xenófobo”, al que atribuyó la autoría de un varipinto catálogo de “estupideces”, “rancias sandeces” y “pensamiento terminal agotado”. El segundo artículo de Pomares, “El rey en cueros”, describía al insigne editor como “un cobarde que teme enfrentarse a los tribunales”, “tiparraco que ha logrado emponzoñar el nombre y la trayectoria de uno de los grandes diarios tinerfeños -el que fundara Leoncio Rodríguez-” y “un pobre anciano sin cultura ni formación ni valores...” Todo ello lo sitúa la juez Gabriela Reverón González en el contexto de una guerra entre medios en el que incluye la declaración del Parlamento contra El Día, la consideración de personaje público de don Pepito y la consabida crítica a la actividad profesional del inquieto demandante, cuyo prestigio no sufre atentado alguno por los artículos de Pomares. Don José ha anunciado urbi et orbi que va a recurrir a todas las instancias posibles hasta que le den la razón.