El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
Los efectos colaterales de la candidatura de Clavijo
Dos líderes emergentes canarios, o presuntamente emergentes (vamos a dejarlo así) vieron este pasado fin de semana cómo se reducían de manera notable sus expectativas. Patricia Hernández, candidata del PSOE a la presidencia del Gobierno canario, escenificaba ante el máximo órgano regional entre congresos, el Comité Regional, el fin de su efímero reinado. Incapaz de administrar su victoria en las primarias presidenciales, veía cómo los órganos democráticos de su propia organización le daban la espalda descaradamente en su intento de imponer las listas al Parlamento en todas , insistimos, en todas, las Islas de esta ultraperiférica comunidad. Y en lugar de recular, de reconducir su estrepitosa derrota buscándole un hueco a la negociación, ha optado por una nueva huida hacia delante, la única instancia que le queda, la Ejecutiva Federal. Si Ferraz, en cuyo balance no constan demasiadas enmiendas a las listas que llegan de las federaciones, no accede a sus exigencias, asistiremos a la más apoteósica y prematura caída de cuantos han tenido el poder al alcance de su mano. Pésimamente asesorada y presa de sus propias inseguridades y complejos, Patricia Hernández cree que puede ganarle al aparato y al reglamento, un tándem que ha sabido conjugarse una vez más para cortar cualquier escapatoria a quien, sin controlar el partido, pretendió someterlo tras unas primarias de chicha y nabo que es necesario revisar para que accidentes tan dramáticos como este no vuelvan a producirse. El fracaso de Patricia Hernández tiene muchas lecturas. La más socorrida, a la que se agarran la candidata y sus seguidores, es la del inmovilismo de un aparato regional que continúa encerrado en sí mismo, defendiendo exclusivamente su propio pescuezo (y el de cada uno de los que lo componen), ensimismado en las luchas intestinas y en manos de los tradicionales mandarines y los pactos que en cada situación sean capaces de componer. Y no les falta razón a los que esto aducen. Pero siendo cierto que Patricia Hernández ha caído derrotada por el aparato, no es desdeñable el dato de que su cerrazón ha conseguido nutrir a ese aparato con otros componentes con los que hubiera podido contar la candidata de no haberse instalado en el sectarismo.
Patricia, con los días contados
Sí, Patricia Hernández va camino de superar a los líderes más efímeros del PSOE ganadores de primarias. Si Pedro Sánchez y César Luena, que se echaron las manos a la cabeza cuando conocieron los pucherazos de las primarias en Canarias, que asumen con bochorno las informaciones que les llegan de la campaña de la candidata, no acceden a sus extravagantes reclamaciones contra las listas electorales aprobadas por los órganos del partido en Canarias, tiene sus días políticos contados. Y se lo ha labrado ella solita a pulso. Si hubiera sido mínimamente hábil y prudente, habría conseguido negociar con el aparato listas al Parlamento con una persona de su cuerda por cada isla en puestos de salida, lo que le hubiera garantizado una mayoría amplia en el próximo grupo parlamentario que se constituya a partir de las elecciones de mayo. Habría a su vez armado un poder orgánico territorial sólido para un futuro congreso regional en el que concurrir como candidata a secretaria general, y nadie podría acusarla de sectaria ni intransigente (que es lo más suave que de ella han dicho estos días). Ahora se dice víctima de una encerrona, de unas listas que no solamente dejan fuera a sus leales, sino que configuran un futuro grupo parlamentario en el que acabará teniendo un papel prácticamente testimonial. Es su responsabilidad, su absoluta responsabilidad. De haber aceptado desde el principio las manos que le tendieron, de haber modulado acertadamente las exigencias de los alcaldes del sur de Tenerife y de otros padrinos que la auparon, seguramente ahora podría estar situada en una posición bien diferente. Pero eligió declarar la guerra olvidando que las guerras sólo se ganan o se pierden, no existe término medio. Su única escapatoria es que Pedro Sánchez decrete que el PSOE canario ha incumplido los estatutos y que las listas deben revisarse. No parece a priori que eso pueda ocurrir, pero ese partido, que ha readmitido con todos los honores a unos señores y señoras palmeros que incumplieron todas las normas y pactaron por sus santos caprichos con el PP, es capaz de cualquier cosa. Puede que llegado el caso de que Ferraz dé la razón a Patricia Hernández, el remedio sea peor que la enfermedad.
Lo de Clavijo es todavía peor
Algo bastante parecido a lo de Patricia Hernández, pero a una escala todavía más perniciosa por los efectos que va a provocar, le ha ocurrido a Coalición Canaria. Para que Fernando Clavijo pudiera alzarse con el triunfo en esa especie de primarias en las que derrotó a Paulino Rivero, muchos de sus acólitos hicieron promesas imposibles, pactaron con el diablo y traspasaron los límites naturales de cualquier negociación política. Pero las promesas, como todo el mundo sabe, tienen varias fases, y la más complicada suele ser aquella que tiene que ver con el momento de cumplirlas. Los secretarios generales clavijistas, es decir, todos, prometieron varias cosas: puestos de relevancia en las listas electorales y puestos en el Gobierno una vez constituido. En esta segunda fase, obviamente, todavía no han podido producirse incumplimientos de promesas, pero sí en la primera. Ningún secretario general ha logrado satisfacer todas las ansias que ellos mismos generaron, y la primera ruptura de calado ha llegado por Fuerteventura, donde Coalición Canaria ha perdido a sus dos líderes más significados, Marcial Morales y Mario Cabrera. El primero, partidario de Clavijo, ha visto cómo el clavijismo le ha jodido sus expectativas al colarle de número cinco en la lista al Cabildo al hijo del mismísimo secretario general. Un ataque de cuernos (así, como suena) en Tuineje, está en la génesis de esa posición: Herrera Velázquez, erigido en pater amantísimo, quiso que la afrenta matrimonial que su hijo sufrió de manos del alcalde de Tuineje, aliado político por más señas, se compensara fuera de las fronteras de ese municipio con un puesto relevante en la lista del Cabildo. Marcial Morales, que tiene de piadoso lo que la moralidad aguanta, se plantó y mandó a la mierda los cuernos, la secretaría general, la ganada presidencia del Cabildo y hasta el movimiento para hacer a Clavijo presidente de Canarias. Porque sí, aunque no se lo crean, un ataque de cuernos en Tuineje podría convertirse en el agitar de esas catastróficas alas de mariposa que podrían derivar en un terremoto incontrolable en Coalición Canaria. Porque a la marcha de Morales se sumó de inmediato la de Mario Cabrera por el intento de Clavijo de imponerle sin éxito nada menos que al secretario nacional de CC, José Miguel Barragán, como número cinco, ¡número cinco!, de la candidatura de una isla no capitalina. ¿No encuentran ninguna semejanza con la derrota enorme de Patricia Hernández en el PSOE?
El efecto dominó
La ruptura de Coalición Canaria estaba cantada antes de que Herrerita la armara en Fuerteventura con su inconfundible estilo. Sólo que ahora, con la organización abierta en canal, a muchos les será muy sencillo levantar la mano y decir aquello de “esto no hay quien lo sostenga”, “este no es el proyecto al que me convocaron”, o más generalizado aún y con mayor carga de profundidad: “Desde que llegó Clavijo Coalición Canaria se ha ido al garete”. Antes de que se supiera que Herrerita iba a cabrear a tirios y troyanos en Fuerteventura, en Lanzarote ya se sabía que la organización estaba rota en dos mitades: la que por un lado tratan de mantener contra viento y marea David de la Hoz y Pedro San Ginés, y la que encabezan en plan rupturistas José Torres Stinga, el único alcalde con mayoría absoluta que tiene CC, e Inés Rojas, consejera de Cultura y Bienestar Social del Gobierno a quien José Miguel Ruano, ideólogo del clavijismo, dio el último empujón hacia la diáspora cuando la llamó mentirosa a cuenta de su affaire (que no fue tal) con el profesor Chil y Naranjo. Pero un poco más en dirección a Tenerife, donde todo tiene su inicio y su fin, se encuentra Gran Canaria, donde en cuestión de días asistiremos a una ruptura multitudinaria de dirigentes descontentos con Fernando Bañolas, que tampoco ha podido cumplir con el ramillete de promesas que desplegó para conseguir los votos que entregó en el altar de Fernando Clavijo. El único alcalde de CC en Gran Canaria, casualmente el de la ciudad natal de Bañolas, Santa María de Guía, amenaza con pasarse con armas y bagaje a Nueva Canarias en cuanto esta organización cierre su ingreso en la lista al Cabildo, inclusión que el secretario general de CC fue incapaz de cumplimentar a pesar de haberla jurado por la cobertura de su móvil. Y a este alcalde, Pedro Rodríguez, seguirán otros dirigentes, lo que podría dejar a Coalición sin su consejero en el Cabildo y a Clavijo sin su diputado por Gran Canaria. Hagan las cuentas: nada en Gran Canaria y rupturas en Lanzarote y Fuerteventura, ¿valía la pena todo esto para conseguir ser candidato a la presidencia del Gobierno? ATI se esfuerza por quedarse sola, sin Coalición Canaria. A lo mejor era eso lo que pretendía, porque para lo demás tiene al Partido Popular de José Manuel Soria.
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