Como el soufflé ha decaído hasta el nivel del común de los mortales aquel envalentonamiento del alcalde Cardona cuando fue llamado a declarar como imputado por el caso Canódromo. Déjenme solo, que solo me basto; ya era hora de que me llamaran para poder aclararlo todo; se van a arrepentir los que me denunciaron... vino a decir con el tono impostado que se le ha subido a la cabeza desde que tiene mando en plaza el alcalde de Las Palmas de Gran Canaria. Lo dijo cuando lo acababan de citar como imputado, hace tan solo quince días, y esta misma semana ha recurrido ante el juez de instrucción para que, antes de acudir a declarar, le explique por qué presuntos delitos ha de comparecer. Veamos: si se está seguro de la propia inocencia, de haber actuado correctamente, de la falsedad de la denuncia y de la pulcritud del expediente administrativo en cuestión se puede acudir a contestar a un juez, asistido por un abogado, sobre cualquier circunstancia, comportamiento o derivadas. Pero, es más, en el caso del Canódromo, que es por lo que le citan, es evidente que el delito de manual es el de prevaricación en cualquiera de sus variables, porque hasta la fecha ni la denuncia, ni siquiera las informaciones periodísticas, han hablado de cohecho, de maletines, de enjuagues o de situaciones que hayan de agravar lo más mínimo las irregularidades detectadas en ese pelotazo de Schamann.