Muchas cosas quedaron claras en el juicio de este martes, como el empeño de José Manuel Soria de sepultar a aquellos medios de comunicación y a aquellos periodistas que no chapotean, como diría Cebrián, en las babas de la sumisión. También se confirmó que el consejero de Hacienda de Canarias paga todo lo que puede en metálico, ora unas vacaciones en Anfi del Mar, ora unos alquileres en Tafira Alta. Sin embargo, según relataron él y su abogado, la querella contra los periodistas no respondió a que le acusaran de vivir de gorra en el chalet de Esquivel, sino a que enlazaran esa presunta dádiva con sus actuaciones políticas destinadas a desactivar la empresa Megaturbinas de Arinaga para dejar expedito el camino a la de su casero, Promotora de Recursos Eólicos. Tanto Soria como su esposa enfatizaron a la hora de defender la legalidad del pago con moneda de curso legal, lo que nadie ha puesto jamás en entredicho. Sólo que es poderosamente llamativo que todo un economista del Estado, político en ejercicio, consejero de la cosa fiscal, elija los modos menos aconsejables de mover su dinero y efectuar pagos contra recibos que no superarían el menor análisis contable de un estudiante de primero de Empresariales. Lo tienen mejor explicado en este artículo de Juan G. Luján.