José Miguel González ha actuado de modo descarado en el asunto de su botiquín, ahora transformado en farmacia gracias a su amigo Adán Martín. Fue ponente de la Ley de Farmacia, y autor por lo tanto de las enmiendas que a la postre le iban a favorecer. Lo saben todos los parlamentarios, pero nadie ha acudido a la Fiscalía Anticorrupción a denunciarlo. Al contrario, lo que ha hecho el presidente ha sido forzar aún más las instituciones de la Comunidad y pedir un dictamen al Consejo Consultivo para dar un barniz de legalidad a una alcaldada de tan alto calibre. Forzaron al Parlamento para que éste cometiera un atropello con las camas de Anfi Tauro; humillaron a la Cámara para que mintiera por mayoría en el feo asunto eólico. El que ejerció de muñidor de esas dos ofensas cobra ahora sus servicios.