Por lo demás, este miércoles se produjo en el Parlamento un debate por momentos prometedor, y de resto, aburrido como un domingo con panza de burro. Paulino Rivero deberá mejorar su capacidad dialéctica para evitar que los periodistas le empiecen a tomar el pelo y repitan eso de que hasta Adán Martín lo hacía mejor. Que ya es. Su intervención de la mañana se alargó por espacio de dos horas y cuarenta y cinco minutos, y no de modo casual. Sus asesores le recomendaron que no entablara debate con López Aguilar, y la mejor manera era esperar a que éste abriera la sesión para contestarle y alargar la contestación de tal manera que la respuesta del socialista fuera después de comer. Huye del ex ministro como si de la peste se tratara, y eso que nos tememos que no es tan fiero el león como lo pintan.