Es bastante estimulante para el conjunto de la Humanidad que haya políticos en activo como Jacques Barrot, comisario de Transportes de la Unión Europea, que estos días obsequia a Canarias con su visita. Es un hombre de talante delicado, idealista, casi diríamos que utópico. Vino, vio, y se lanzó el hombre, quizá embriagado por los alisios y ese encantamiento que más se acerca al asirocamiento que al mal de Stendhal. Tanto se emocionó el hombre que llegó a declarar públicamente que las características de Canarias son las idóneas para subirse al carro de las redes transeuropeas de transportes (olé), a los más ambiciosos proyectos de un mundo sin fronteras, muy al gusto de Adán. Pero Barrot, tan heredero del mayo francés, dijo que no hay presupuesto para ello, lo que significa que nos tendríamos que buscar la vida. Lo dicho, se asirocó y nadie le advirtió que aquí es al revés, que aquí va alguien a Bruselas, arranca unos euros y luego buscamos la forma de gastarlos. A veces incluso legalmente y con buen gusto.