De paisano y remangado, como corresponde a un maño sin miedo a la brega. El jefe superior de Policía de Canarias fue visto el viernes en plena faena y en una tarea no precisamente de elevado rango: haciendo control de fronteras. Ocurrió al llegar a Gando el vuelo Madrid-Dakar de las cinco de la tarde, ese que hace escala en Gran Canaria a las 19.45. Coincidió ese día el turno de un subinspector conocido en la Casa por su facilidad para quitarse de en medio cuando hay problemas y por su capacidad para desorganizar sus turnos. Esa tarde el vuelo traía personas expulsadas, un detenido bajo custodia y a Valentín Solano de paisano para reincorporarse a la Supercomisaría de sus vacaciones en lo que dilucida su petición de traslado a Rabat. Cuando el amigo Solano vio el tapón de gente que formaba en el control de pasaportes, y a la vista de que los agentes allí destacados estaban desbordados, recordó muy viejos tiempos de operativos y se puso a pedir pasaportes a los no comunitarios. Ahí. La satisfacción de los dos policías fue indisimulable, como casi lo fue la de sus superiores, si no fuera porque quedaba de ese modo en evidencia que ni siquiera en los momentos de alta afluencia son capaces de ponerse a echar una mano. El chascarrillo en el cuerpo este lunes transcurría entre la admiración y el llamamiento a que el jefe superior se deje caer de vez en cuando a hacer patrullas de Zetas, que ahora en verano se agradecen mucho, especialmente cuando toca hospitales, donde no dan abasto por la falta de personal. Lo haga o no, la ocurrencia de Solano demuestra que se puede tener una jefatura patas arriba por los sirocos que le dan a la comisaria provincial; con Fuerteventura con un imputado y expedientes internos a mandos; con Lanzarote con denuncias por trato degradante de agentes contra el jefe, y con rambos sueltos en Gran Canaria, que todavía hay tiempo para ponerse a pedir pasaportes. Es que el día da para mucho, oye.