Larry Álvarez se podrá presentar ahora como gallardonista, y si lo desea, incluso como seguidor de Mohandas Karamchand Gandhi. Pero todos sabemos en el paralelo 28 que pasará a la historia política como uno de los más abyectos enemigos de la democracia, de la libertad de expresión y hasta de la libertad de mercado, si nos apuran. Hasta ahora y con mucho desenfado ha venido ejecutando como un dóberman las órdenes que le dictaba su mentor y jefe, José Manuel Soria, con el que ya no se lleva por aquello de que no siempre se está en la salud y en la enfermedad, en la catástrofe y en la calma chicha, dicho sea esto último sin segundas intenciones. El caso es que, a lo que íbamos, la impronta de Larry Álvarez tardará tiempo en borrarse de las prácticas habituales del PP canario. El caso que hoy nos ocupa y que lo demuestra ocurrió en Arucas este viernes.