Soria anda tanteando a muchas personas para confeccionar las listas del PP cara a las elecciones del año que viene. Ha hablado muchas veces con Juanjo Cardona, a ver si se anima a ir a la alcaldía de Las Palmas de Gran Canaria; y con Olarte, para que lo acompañe en la lista al Parlamento. Ha hablado con Australia, con Mercedes, con Rosa y con Mari Carmen Hernández Bento. Estará dispuesto a hablar con algunos defenestrados, como Paulino Montesdeoca, al que considera recuperable para la causa y para la cosa. Pero del que no quiere oír hablar, al que tiene enfilado con el firme propósito de proceder a su total aniquilación es a Larry Álvarez. Pues sí, aunque les parezca increíble, quien fuera su mano derecha, su más fiel escudero, su confidente, su sherpa, su correveidile... sigue sumido en la más zarrapastrosa desgracia. Y no es solamente que Soria no quiera saber de él ni para que se le acerque a hablar de listas electorales. Es que ha lanzado sobre Larry la misma maldición que lanza contra los que considera sus más conspicuos enemigos, el asesinato cívico. No quiere no que consiga un empleo honrado y presiona a los empresarios que tontean con su ex colaborador para que ni en sueños se les ocurra ofrecerle un puesto de lo que sea. Y todo, miren por dónde, porque asegura que Larry le sigue poniendo a parir por las esquinas.