Sí, estábamos allí, nadie nos lo ha contado. Por eso podemos afirmar sin remilgos que lo que ocurrió la noche del viernes en la Sala Jerónimo Saavedra parecía un sueño. Juan José Cardona ejerció de maestro de ceremonias, unas veces metido hasta el fondo en las aburridas aguas del protocolo y otras en tono más informal tratando de convertir aquello en un acto entre amigos. El alcalde se deshacía en elogios hacia quien fue su duro contrincante en las municipales de 2011, al que llegó a acusar entonces muy crudamente de no se sabe muy bien que excesos culturales. Gajes del oficio, venía a resolver Cardona para justificar su clamoroso y benéfico cambio de actitud. Porque a Saavedra se le reconocía su sensibilidad cultural y su empeño por crear estructuras y proyectos ?como el Festival de Música, que ahora cumple treinta años- que comprometieran a las instituciones e implicaran a la ciudadanía. Larry Álvarez, coordinador de Cultura del Cabildo, declarándose amoroso admirador de Jerónimo en medio de un constante lanzamiento de pétalos de rosa que en algunos momentos se acercó más a un comité regional del PSOE nominando candidatos que a un homenaje a un político en ejercicio (aunque rebajado de militancia por exigencias del guion). Por fortuna y para que aquello no chirriara, se abstuvo de aparecer por el auditorio el ministro de Turismo, José Manuel Soria, al que habría sido imposible creer cualquier tipo de apología saavedriana, y no porque el sujeto no la crea merecedora, sino porque él no es de los que se sobre con esas debilidades y sonaría tan falsa la lisonja que acabaría recibiendo tomatazos. Y faltó, incomprensiblemente, el presidente del Cabildo, José Miguel Bravo de Laguna, que a aquellas horas debía estar bajando de Tunte ?explicó Cardona- por haber acudido al funeral en memoria de la madre del alcalde de aquella localidad. Bravo y Soria sí eran esperados sin embargo a la misma hora en el restaurante de los jardines de la marquesa de Arucas, donde se celebraba un fiesta sorpresa organizada por el Skal Club en homenaje a otro personaje bien distinto, el eterno senador Pepe Macías Santana. Pero volviendo a la sala JSA: cerró el acto el presidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero, el único que leyó su discurso. Correcto, eficaz y sobrio, Rivero no escatimó en elogios y en reconocimientos de quien sigue siendo el líder más carismático del socialismo isleño con el que los nacionalistas mantienen un pacto de gobernabilidad que en ese mismo acto sufrió alguna carantoña de la parte contraria a la parte contratante. Faltó alguien del PSOE, qué se le va a hacer, pero teniendo en cuenta que el acto lo organizaba el PP, hasta mucho se excedieron invitándolos al patio de butacas. La crisis imposibilitó un mísero vino español, pero sí alcanzó para que la Banda Municipal de Música de Las Palmas de Gran Canaria, a los mandos de Alfonso Maribona, ofreciera varias piezas muy bien ejecutadas de su repertorio. Quedamos a la espera de cuál será el próximo homenaje a Jerónimo, porque ha quedado abierta la veda. En proporción a lo que se vio la noche del viernes en el auditorio, si lo siguiente es ponerle una rotonda, la ciudad se bloquea por completo. Llevaremos baldes para recoger tanta baba.