Cualquier tipo de gestión que conduzca a resolver la desaparición de Sara Morales y su regreso a casa debe ser bien recibida y elogiada. Por eso nadie ha criticado que las instituciones grancanarias, con el Cabildo al frente, hayan empleado dinero público en carteles que llamen la atención ciudadana sobre esta menor de 14 años que lleva desaparecida casi un mes. A cualquiera que tenga un hijo le parecerá bien la medida y a cualquiera que le pudiera ocurrir esta desgracia le gustará saber que, en adelante, las mismas instituciones quedan comprometidas a actuar de igual manera. No hay que ser retorcidos para pensar que Soria y Luzardo hayan actuado por motivaciones electoralistas, ni que el presidente del Cabildo tenga especial predilección por la familia de la desaparecida, derivada del hecho de que la abuela de Sara trabajó como asistente en el domicilio de los Soria. Al presidente del Cabildo le honra incluso el hecho de haber intercedido ante la Delegación del Gobierno para agilizar los trámites que garanticen que la manifestación por el regreso de Sara, prevista para este miércoles, se desarrolle de modo satisfactorio. Y que aparezca la niña, que es el deseo de todos.