Como no hay oportunidad que José Manuel Soria pierda para demostrar al sector energético español que no tiene ni pajolera idea de lo que habla, su intervención de este miércoles en las Cortes provocó de inmediato confusión e incertidumbre, y más de un descojono. Tan mal se expresó que pareció entendérsele que se va a primar la creación de nuevos parques de renovables en Canarias, Baleares, Ceuta y Melilla con 90 euros el megavatio/hora, lo que obligó a una posterior matización por parte de los servicios ministeriales. Lo que en realidad su excelencia quería decir es que el precio medio de la generación de cada megavatio hora es de 220 euros con térmicas y que puede pasar a unos 90 euros con la intervención de las renovables, al menos en Canarias. Para que se hagan una idea más o menos global: si las renovables hubieran penetrado al ritmo necesario, en estos momentos el Estado se estaría ahorrando un diferencial de extra-costes por producir con fósiles de entre 1.600 y 1.700 millones de euros al año. Extra-costes que, por cierto, van a parar a la famosa factura del déficit tarifario y que ahora el Gobierno, en una de sus gracietas, quiere incorporar a los Presupuestos del Estado para que el sobrecoste canario sea una subvención graciable que se puedan cargar cuando les salga del nisperero, tipo descuentos a residentes. Son datos que, sin duda, conocen al dedillo en el Ministerio de Industria y Energía, lo que automáticamente debe conducirnos a preguntarnos por qué entonces se bloquearon las renovables hace año y medio en vez de darles el impulso que Soria dice querer darle ahora. Se nos ocurren muchas razones, y ninguna bondadosa. A Soria y al lobby de los Nadal, que controlan la política económica del Gobierno de Mariano Rajoy, les debió convenir en algún momento la penetración del gas en Canarias, un empeño tan descarado como contradictorio que se da de bruces con los llamamientos a apoyar las extracciones petrolíferas para ?dicen- abandonar la dependencia energética del exterior, al tiempo que tapan con el manto del más absoluto oscurantismo la hibernación de centrales gasísticas por todo el territorio peninsular. La última noticia ha sido la de la planta regasificadora de El Musel, en Asturias, donde Enagás, la empresa donde Soria colocó a la canaria Rosa Rodríguez, invirtió 400 millones ni siquiera poder ponerla en marcha. No se pierdan este artículo de Antonio Morales, que lo explica mucho mejor y con gran profusión de datos. El gas no es rentable ni siquiera en la Península por culpa de las energías renovables, así que imagínense qué hubiera ocurrido en Canarias si la penetración de las renovables hubiera corrido paralela a la que gozaron en la España peninsular. Ahora se abre la mano, justo cuando se anuncia de manera fantasmagórica que se van a reanudar las gestiones para instalar la regasificadora de Gran Canaria en Arinaga, y a la semana siguiente se promete impulsar las renovables, ma non troppo. Veremos qué es lo que corre más deprisa.