Arias Cañete había venido a Las Palmas de Gran Canaria precisamente a inaugurar en su momento los sistemas de extinción de incendios de los tanques de Petrologis, antes Ducar, sistemas que no funcionaron. Bomberos que analizaron el lugar del accidente comprobaron cómo los aspersores que deben verter agua desde la parte alta no funcionaban adecuadamente porque la tubería que los nutría tenía una pérdida a mitad del tanque. La manguera con la que actuaba un tercer operario a pie de tanque no tenía la suficiente presión para alcanzar la altura de las llamas. Se desconoce si la compañía recibió autorización de Industria para soldadura en caliente en un tanque de hidrocarburos (la empresa nunca lo pudo certificar), y el plan de seguridad obligatorio para la reparación desapareció con el operario fallecido. Nadie ha logrado explicar si el tanque tenía combustible o no, qué hacían esos paños impregnados en productos inflamables al pie del tanque, donde caían las chispas, ni cómo es posible que se soldara en un tanque que perdía combustible o, en el mejor de los casos, tenía sus paredes empapadas de fuel. La fiscalía pidió el archivo de la causa penal por considerar que las indemnizaciones desembolsadas por la aseguradora de la compañía eran suficientes para dar por zanjada la cuestión. Petrologis acabó pagando a la familia del fallecido y al trabajador herido, que no podrá volver a trabajar en su vida. Nadie pidió la imputación del exministro. O mejor dicho, la pidió uno de los abogados desconociendo la condición de aforado del presidente del consejo de administración de la compañía, responsable última de lo ocurrido. Cuando le dijeron que todo podía acabar en el Supremo, desistió. Casi dos años después lo hicieron ministro. No hay culpables. Báñez debería saberlo.