Cristina Tavío también tiene manoseados los estatutos del PP, que recogen bien a las claras que no se puede compatibilizar el cargo de diputado nacional y de presidente regional del partido. Pero le faltó consultar con los oráculos, que enseguida le habrían informado de que todas las limitaciones estatutarias tienen excepciones, que vienen siendo las que emanan de los santos caprichos de la superioridad. O sea, que se puede simultanear el cargo de diputado con el de presidente regional del PP si media una dispensa mariana, es decir, una autorización expresa de la Ejecutiva Nacional que preside don Mariano Rajoy. Y, llegado el caso, Soria la obtendría, no tenemos duda. En esas circunstancias, Cristina Tavío tendría que abandonar su plan, su meditado plan, de hacerse con ciertos apoyos dentro de la casa, tanto en Canarias como en Madrid. Ese plan consistiría, según los más avezados observadores del cristianismo tinerfeño, en intentar colocar en las listas para las generales a algunos de sus comandantes con la encomienda de mover sus hilos en Génova. Mientras, para Tenerife, ya ha maquinado que, en el caso de dar el salto, le sustituya en la presidencia insular Pedro Suárez, presidente de la gestora de La Laguna, quien a su vez sería relevado por Agustín Guerra, concejal en aquella plaza. De fracasar el asalto a la presidencia regional, Tavío se mantendría en la insular, pero elevaría al rango de secretario general a Agustín Cabrera en sustitución de Manuel Domínguez, del que se ha quejado la señora presidenta por su escasa capacidad resolutiva. Por todo esto, Soria, que ya la ha visto venir, dijo lo que dijo en Madrid.