Por primera vez en sus continuados pulsos contra José Manuel Soria, al marqués se le pueden atribuir algunos errores de principiante. Quizás el más gordo haya sido el momento de la presentación de la moción de censura en La Oliva, en compañía del PSOE y contraviniendo muchas advertencias, incluidas las más razonables. Era la oportunidad que estaba buscando el presidente regional del PP para abrirle un expediente y colocar a González Arroyo en una situación delicada ante la dirección nacional, que acababa de cambiar de manos y llegaba con muchos deseos regeneracionistas. Para que no hubiera dudas de que se desmarcaba del marqués, Soria llegó a presentarse en La Oliva aprovechando una visita oficial del Gobierno a Fuerteventura para retratarse a toda costa con Claudina Morales, la alcaldesa censurada, que no salía de su asombro.