Desde muy pronto sabía lo que quería ser y este miércoles lo ha conseguido José Manuel Soria. Su carrera política ha estado jalonada de muchos triunfos electorales y los consecuentes sinsabores. Ganó dos mayorías absolutas en el Ayuntamiento de Las Palmas y una por mayoría simple al Cabildo de Gran Canaria. Pero ha perdido dos elecciones autonómicas consecutivas, y la única que ha conseguido ganar, aún empatando en número de diputados con Coalición Canaria, lo relegó a la bancada de la oposición, el lugar que más teme y en el que nunca se ha tenido que sentar más allá de unos pocos días gracias a sus habilidades y a lo alambicada que es la política canaria. Esta vez que le tocaban cuatro años de opositor a Paulino Rivero ha conseguido volar a Madrid, primero al Congreso de los Diputados tras un nuevo éxito electoral, y ahora a un ministerio, desde donde iniciará una de las operaciones más cruentas que jamás hayamos podido presenciar en la política canaria: el asesinato de Coalición Canaria, o más concretamente, de su líder, Paulino Rivero. Lo hará tratando de que no sean irreparables los daños colaterales al PSOE porque necesitará un socio para el Gobierno que planea sin su eterno compañero, del que ahora se ha distanciado de modo irreconciliable. No estamos seguros de que lo consiga, pero sí de que lo va a intentar sin duda. Con mando en plaza, con la autoridad que él transforma en caudillismo sin miramientos. Veremos caer algún director de periódico, veremos extrañas desactivaciones de investigaciones penales, veremos operaciones políticas cada vez más humillantes e indignas, y veremos a muchos rendirse y mostrar su respaldo inquebrantable al ministro. Y no a mucho tardar.