Metido como anda en ese mar de muecas y trastornos varios en el psique, a José Manuel Soria no se le ha ocurrido mejor cosa que acusar a La Provincia y a uno de sus máximos responsables, Guillermo García-Alcalde, de querer remover al Gobierno de Canarias en peso por no haber otorgado a la empresa editora del periódico, Editorial Prensa Canaria, unas concesiones de televisión digital terrestre (TDT). El recurso es tan zafio como endemoniado porque si bien suena grosero pretender que un periódico no publique hechos que son verdad por temor a que pueda interpretarse que actúa bajo los efectos de la venganza, peor es pensar que lo que realmente quiere decir Soria es que hasta ahora no se publicaba nada en su contra porque los concursos lo tapaban todo. Y es endemoniado también porque coloca a todos los miembros del Gobierno como escudos humanos de sus trapisondas y sus cuitas judiciales, como si lo del salmón no hubiera sucedido nunca, como si él fuera víctima de una extraña conspiración. Lo peor es, sin embargo, que haya consejeros como Ruano que le siguen el juego y presionan para que la causa se archive cuanto antes.