Cuando algún cliente consigue una explicación más o menos coherente, se corre la voz, pero no llegan las satisfacciones porque nada de lo que se dice apunta a que se vayan a solucionar los problemas. Así, un usuario muy cabreado nos ha contado cómo contrató con Auna la telefonía básica de su hogar, con varios aparatos, así como la conexión a Internet y la televisión, y salvo este último servicio, del que ni opina, todo lo demás ha sido un desastre. Ha tenido que desconectar la centralita doméstica que operaba en su casa, un chalet de varias plantas que precisa de ese mecanismo, porque los teléfonos dejaron de funcionar y se quedó incomunicado. La velocidad de transferencia en Internet ha caído a límites similares a una conexión analógica básica, y ya anda como loco tratando de recuperar sus relaciones con su anterior operador. Mientras, Auna culpa a Telefónica, con quien tiene contratados los servicios de tráfico, y específicamente el cable de fibra óptica que conecta con la Península.