Antonio Benítez es descrito por sus compañeros de la dirección general como un hombre todopoderoso que hizo y deshizo en ese departamento a su antojo mientras los directores generales anteriores miraban para otro lado. Esa autoridad le ha granjeado muy buenas relaciones pero, como es natural, también unas cuantas enemistades. Su furia se desató el día que Álvaro Pérez decidió retirarle su comisión de servicios y devolverle a su puesto natural de profesor, es decir, a partir de esos momentos, Benítez ha iniciado su particular cruzada para amargarle la existencia al nuevo director general, desde una inspección de Trabajo con propuesta de sanción, a una querella por un supuesto delito contra la inviolabilidad de las telecomunicaciones, pasando por una impugnación del jurado de los premios del deporte y los propios galardones. Un calvario que Pérez lleva con resignación cristiana y Benítez como el pan nuestro de cada día.