Historia de un funcionario que, de repente, quiere ser director general, cuidadín. En Maspalomas existe un parking que, por razones que ahora mismo desconocemos, se ve imposibilitado de abrir sus hermosas terrazas al público. Ahora que el turismo recupera pulso quizá fuera el momento de ofrecer mejores cosas, pero ya se sabe, cuando no es Juana es la hermana. Pues resulta que esa empresa que gestiona el parking quiere poner un globo que pueda ser atracción y atractivo de la zona, y es en este punto en el que aparece la insigne figura del técnico aprendiz de ayatolah que, dada la obligatoriedad de una declaración de impacto ambiental, se ha puesto en plan pitiminí para, como casi siempre, conducir a la gente a desconfiar de la gestion del Medio Ambiente. Cuando no dilata un expediente sine die, da unos argumentos, que de ser exactamente lo que nos han contado, deberían poner la cara colorada al más pintado. Líbrenos la providencia de tanto mesías impartiendo religion mediambiental, y tomen nota del nombre, Miguel Ángel Peña, que lo mismo se curra el pedirí y aparece un día de director general de algo.