Los trenes que nos tienen prometidos en los sures de Tenerife y de Gran Canaria no han hecho más que empezar a generar polémica. La principal, como saben, tiene que ver con el exceso que suponen, con ese tufillo a grandilocuencia y papanatismo que destilan y, cómo no, a los dimes y diretes que afectan a cualquier obra pública faraónica que se promueva desde Canarias con tanto ahínco. Pero también habrán de servir los dos primeros trenes canarios para contribuir a la exaltación de la amistad. El de Gran Canaria, porque podría derivar, si se cumplen las promesas, en que ocupe la gerencia del proyecto un hombre muy conocido en los ambientes políticos y económicos de la isla, Luis Hernández, que pretende catapultarse previamente concurriendo a la presidencia de la Cámara de Comercio de la mano de José Miguel Suárez Gil y Jaime Cortezo. El de Tenerife, por su parte, promete una exaltación de la amistad acompañada de una denuncia, la que promueven los que opinan que el trazado ha sido modificado a la altura de Arona para no perjudicar los negocios de un amigo del alcalde, el irrepetible Berto González Reverón. Por cierto, este lunes habrá nuevas declaraciones judiciales por el famoso caso Arona. A ver qué pasa.