De entrada, un consejo: si no le queda más remedio que dirigirse a alguno de los servicios de atención al cliente de la compañía Telefónica, la de los amigos de Aznar, llénese de paciencia, pida que le sirvan una tila y anule todas sus citas de las dos horas siguientes. Luego, absténgase de pensar cuáles son las exigencias del departamento de Recursos Humanos para contratar a una parte del personal de la compañía, porque si así lo hiciera, llegaría usted a conclusiones nada halagüeñas para el inventor del coeficiente intelectual. Se lo contamos porque un lector que pidió que le trasladaran el número de teléfono de su empresa a sus nuevas oficinas, comprobó que para ello, los lumbreras de Telefónica le dejaron, literalmente, más de 24 horas sin teléfono. El afectado se llenó de paciencia y llamó al 1004, donde también comprobó el grado de eficacia de la compañía. Una de las operadoras llegó a colgar cuando el hombre, en el límite, le pidió una solución que no fuera trasladarse inmediatamente a comisaría a interponer una denuncia contra la compañía. Pero es que al empresario en cuestión le pasó algo todavía más llamativo una semana antes: Telefónica le había propuesto la posibilidad de probar, gratuitamente, su banda ancha durante un mes. El empresario accedió, naturalmente, ignorando que los lumbreras de la compañía le iban a anular su conexión a Internet, la que tenía contratada desde hacía dos años, porque, según le explicaron, era necesario para conectarle la banda ancha. Manga ancha es lo que debe haber en política de marketing y contratación de lumbreras en esa compañía.