La verdadera intención de Rivero con esa respuesta no es otra que la de ganar tiempo. Había que intentar que no se empañara uno de sus momentos cumbre con un titular sobre el presunto caso de tráfico de influencias en el que puede verse envuelto. Igual que los partidos que le apoyan trataron la semana pasada de ganar tiempo posponiendo su comparecencia ante la Diputación Permanente del Parlamento. Fue desafortunada la evasiva frase porque todo lo que se dice en Canarias sobre Canarias es asunto doméstico, incluso lo que él y Zapatero hablaron en Lanzarote. ¿O es que acaso el presidente Rivero estaba de viaje oficial fuera de Canarias para propocionar el frangollo? ¿Salía de una reunión con el Consejo Europeo? ¿Estaba en Washington tratando de arreglarle a Obama su problema con la seguridad social? No. Rivero quiere llegar al jueves, salir arropado por su Gobierno, esperar a que crezca la pelota de nieve sobre la impertinencia de las escuchas ilegales en España, y escabullirse con algún otro asunto que pueda meter ruido de aquí a allá. De momento, casi veinte días después, sigue sin dar la menor explicación sobre su asuntillo con el alcalde de Arona.