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Alexis Ravelo: “Con los años me he dado cuenta de que mis primeras novelas eran muy machistas”

Macame Mesa

Las Palmas de Gran Canaria —

El escritor canario Alexis Ravelo abre a Canarias Ahora las puertas de su casa para hablar de su último libro, La otra vida de Ned Blackbird, que “no tiene absolutamente nada que ver en cuanto a estilo, construcción o al propio discurso, con mis novelas negras, sobre todo las más crooks digamos: aquellas que tratan sobre perdedores, delincuentes, gente de baja estofa”.

Entre los motivos que le han hecho publicar una novela con una multivocidad interpretativa, al estar construida a base de “muñecas rusas”, como él mismo la define, destaca el que “ya tenía la posibilidad de sacar este tipo de texto y que tuviera su público”.

Asegura que cuando escribía las últimas páginas se dio cuenta de que “esta, probablemente, fuera mi novela seria. La novela personal en la que no estás pensando que se va a editar, en la que estás intentado experimentar libremente con tu escritura”.

Además de notar cierta similitud entre la vida de una de sus protagonistas, Celia Andrade, con la suya propia; “es una mujer que renuncia a muchísimas cosas para dedicarse a escribir y en mi caso me ocurre igual”.

El personaje de Andrade, hija de rojos durante la época del franquismo, que vive en un mundo patriarcal y quiere ser libre intelectualmente a toda costa, muestra un tinte feminista que Ravelo reconoce.

Con el paso de los años, dice haberse percatado de que “mis primeras novelas eran muy machistas” y asegura que examinando sus primeros textos se dio cuenta de que “faltaba la figura de la mujer, además de una determinada exploración del lado femenino”.

Ravelo no abandona el género y asegura que su próxima novela será negra, terreno en el que “todavía queda mucho trabajo por hacer”, porque “todavía uno encuentra historias en las que se introducen personajes femeninos por cuestión de mercado, pero en la que los autores (hombres) no conocen el mundo femenino, no saben acercarse a él”.

Un premio Dashiell Hammett que se aleja de la novela negra, ¿has encontrado sorpresa en tu entorno?

Mucha, sobretodo me he encontrado la impresión de que dejaba la novela negra o de que esto era nuevo, cuando en realidad es una novela del 2011. No dejo la novela negra, simplemente muestro otra de mis facetas como escritor. Todos tenemos muchas caras, yo tengo unas cuantas y como autor siempre he trabajado la alegoría fantástica, lo que ocurre es que todavía no había aparecido ninguna novela de esta orientación estética. La siguiente novela será negra, pero por el momento tocaba publicar este texto ya.

¿Qué te hizo pensar que tocaba publicarlo?

Principalmente, que el texto ya estaba terminado. Yo soy de los que acaban el texto y trabaja con ellos en el cajón mucho tiempo, lo saco de vez en cuando, reviso su composición, le doy muchas vueltas al borrador original... eso para empezar. En segundo lugar, por un asunto extraliterario que hay que tener en cuenta y es que ya tenía la posibilidad de sacar este tipo de texto y que tuviera su público. A mí la novela negra me ha venido muy bien para hacerme un nombre en las estanterías de los lectores, que antes no sabían ni quién era.

Si hubiera sacado esta novela en 2011, por ejemplo, hubiera sido muy difícil que tuviera la acogida que está teniendo, porque ese año era todavía un escritor muy local, no se me conocía en la Península y la mayoría de mis textos estaban confinados, digamos, al mercado canario. Los pasitos que hemos dado los últimos años permiten que, cuando sacas un nuevo libro, centre cierta atención en él.

¿Es más fácil llegar al lector con la novela negra que con este tipo de género?

Creo que un buen texto siempre llega al lector. La novela negra es muy atractiva, es muy fácil que una editorial se decida a apostar por una novela de género. Es mucho más sencillo ubicarla en las estanterías, ponerla en los escaparates.

Es un asunto focalizado más en las editoriales que en los lectores, entonces.

Y en los lectores también, porque de alguna manera las editoriales siguen sus gustos. No nos equivoquemos, no es que la editorial imponga al lector un gusto determinado, sino que son ellos quiénes eligen. En España el público lector se decanta principalmente por las novelas de género: histórico, romántico-erótico, novela negra, Sci-fi…el que fuere. Una editorial tiene como apuesta más segura una novela de género. Sin embargo, por suerte sigue habiendo espacios en los que es posible publicar o ubicar novelas difícilmente etiquetables. Ojo, no van a vender lo mismo que las otras, pero siempre tendrán su público lector.

Sin embargo, creo que tu última novela está teniendo buenos resultados.

Por ahora el recibimiento que ha tenido la novela es fantástico. Desde el mismo 25 de febrero, fecha en que se puso a la venta, muchos lectores me mandaron al blog su foto con el libro desde todas partes de España. Estoy muy feliz con eso.

¿Dirías que ‘La otra vida de Ned Blackbird’ rompe con todo lo que has escrito hasta ahora o mantienes algo?

Mantengo la constante necesidad de no tener estilo (risas). Creo que lo que define mi estilo es, precisamente, no tenerlo. Intentar encontrar la forma adecuada para contar cada historia que tengo que contar. Esa libertad, que además quiero seguir permitiéndome, creo que sí la mantiene. Es una novela que no tiene absolutamente nada que ver en cuanto a estilo, construcción o al propio discurso con mis novelas negras, sobretodo las más ‘crooks’ digamos: aquellas que tratan sobre perdedores, delincuentes, gente de baja estofa. Aquí, por una vez y aunque los personajes siguen siendo perdedores, lo son en otro sentido. La mayoría son de clase media, medianamente cultos y se mueven en otra esfera del conocimiento que no es el directo de la calle, de estar buscándote la vida.

¿Sigues buscando personajes con los que la gente se pueda identificar?

Claro. Uno de los motivos que hacen que leamos un libro es que queramos seguir a un personaje, a ver qué hace, por amor o por odio. Muchas veces los personajes detestables son tremendamente atractivos y por eso disfrutamos tanto de Ricardo III de Shakespeare, por ejemplo. Siempre me planteo a la hora de crear los personajes, que siempre vienen reclamados por la trama, la forma de dotarlos de cualidades que hagan que sean de carne y hueso, que el lector los sienta como suyos y que tenga los mismos problemas e inquietudes.

¿Cómo definirías tu esta novela?

Me gustaría que fuese una novela con una multivocidad interpretativa, porque está construida con muñecas rusas, con cajas chinas, ese procedimiento de que hay una historia dentro de otra historia y dentro de esa hay otra. Cada una de esas historias cuentan asuntos muy diferentes.

Está la historia de un profesor de filosofía que va a habitar durante un año en una ciudad que no es la suya, porque pasa por un pequeño duelo personal. En ese lugar alquila un apartamento que fue usado por un antiguo inquilino y va a sentir que la casa le va moviendo a investigar la vida de esa persona. Luego hay otra novela, que es la de la vida de esa persona, que es Celia Andrade. Hija de rojos durante la época del franquismo, que vive en un mundo patriarcal y quiere ser libre intelectualmente a toda costa, por lo que desafía una serie de convenciones. Por otro lado están las historias que escribe esta mujer, que decide hacerse escritora y luego, dentro de sus diarios, se encuentra la historia de un amor epistolar que va a mantener a lo largo de muchos años con un hombre, con el que decide no verse nunca. Dentro hay otra historia más, pero esa no la puedo desvelar, porque es lo que viene a mover toda la novela y haría un ‘spoiler’ tremendo si la desvelara.

Hay tantas historias ahí, que cada lector creo que está leyendo una novela distinta y se está quedando con una de esas diferentes novelas que hay dentro. ¿Quién soy yo para decir cuál es la verdaderamente importante? Eso lo deciden los lectores.

En una de esas novelas hay una línea fantástica y es que el personaje es capaz de traerse cosas de los sueños. ¿Qué se ha traído Alexis Ravelo de un sueño?

Pues a mi pareja, probablemente, a Thalía Rodríguez. Y el modo de vida que llevo hoy en día, esto de poder escribir libros y publicarlos y que encima se vendan y poder vivir de eso más o menos, o sobrevivir, aunque sea a base de bocadillos de chóped, eso es lo que me he traído de un sueño.

Recuerdas también en la novela a M.A. West, ¿te inspiró tu propia experiencia en este caso?

Me di cuenta cuando estaba terminando esta novela, en una de las últimas revisiones de erratas y de edición en las que trabajas con el editor de mesa de la editorial, que en este caso es Estrella García, una profesional excelente. Yo siempre procuro alejarme de los argumentos. Aunque introduzca elementos que he vivido o alguien cercano lo ha hecho, intento no estar en la novela, alejarme.

Sin embargo, me di cuenta de que la historia de Celia Andrade, salvando las distancias, tenía algo que ver con la mía, porque ella se hace escritora de novelas del oeste, de novelas populares, de estas novelas que se vendían a duro, se compraban al peso y se escribían a toda carrera, pero intentando hacerlo bien. Es una mujer que siempre ha intentado escribir una novela seria. Es uno de los motivos del libro: Ella está intentado escribir una novela de la que sus maestros se sientan orgullosos.

De alguna manera me di cuenta de que esta, probablemente, fuera mi novela seria. La novela personal en la que no estás pensando en que se va a editar, en la que estás intentado experimentar libremente con tu escritura. De alguna manera, sentí que Celia Andrade y yo teníamos muchos puntos en común, es una mujer que renuncia a muchísimas cosas para dedicarse a escribir y en mi caso me ocurre igual. Yo renuncié también a muchas cosas para dedicarme plenamente a la escritura, como a tener hijos, por ejemplo, porque nunca he tenido tiempo de planteármelo y de pensármelo en serio. Mi mundo es una biblioteca y es estar escribiendo, ese tipo de cosas siempre me las dejé atrás.

Te iba a decir si conocías a una Celia Andrade, pero ya veo que está basado más bien en ti.

A parte de eso, he conocido a muchísimas Celias Andrade. A muchísimas mujeres que pudiendo ser grandes y célebres fueron arrasadas por el río de la historia y fueron, de alguna manera, preteridas por otros hombres - también geniales, no digo que no – que estaban cerca. Por no salirnos del ámbito de la novela negra, muy célebre Dashiell Hammett y sin embargo no recordamos a la que escribía bien dentro de esa casa, que era Lillian Hellman, que así todo ha tenido cierta preminencia. Ha habido muchas mujeres que han tenido que abandonar o renunciar a su libertad creativa o trabajo, porque vivían en un mundo de hombres y ellos eran los importantes. Pensemos en Clara Shumann, sin ir más lejos.

El libro no deja de tener un tinte feminista.

Muy feminista (risas). Yo con los años me he dado cuenta de que mis primeras novelas eran muy machistas y creo que eso se corresponde con lo que ha pasado en mi vida también. Nací en el año 1971, en el tardo franquismo y me eduqué en eso que hemos llamado transición. Me eduqué en un mundo patriarcal, machista, que sigue estando ahí, pero creo que pertenezco a esa generación de hombres que estamos intentando quitarnos todos aquellos modos que la endoculturación nos había inculcado.

Intento ser cada vez menos machista. Examinando mis primeros textos y novelas me doy cuenta de que faltaba la figura de la mujer, además de una determinada exploración del lado femenino. En los últimos años, muchas veces gracias al trabajo que hago para adolescentes, me he dado cuenta de que por un lado es un gesto de responsabilidad y por otro me hace sentir mucho mejor, porque amplío la mirada y me puedo fijar en ciertos temas, que antes simplemente pasaba al lado y no los veía.

¿Cómo cuáles?

Los pequeños micromachismos cotidianos que todavía tenemos que quitarnos todos de encima. Puedo reflexionar sobre ellos a través de este tipo de cosas. Por eso, la novela empieza con una perspectiva muy masculina, es un hombre que habla con otro de una chica que es guapa. Claro que de lo que se dan cuenta es de que ella, que es guapa y camarera en un bar, también está estudiando ciencias políticas y tiene la cabeza muy bien amueblada. Muchas veces, cuando describimos a los personajes femeninos, nos fijamos siempre en lo físico. La novela surge así, de una manera muy masculina y, sin embargo, creo que a lo largo de su desarrollo se va feminizando.

Puede ser que eso responda a una búsqueda interior y, de hecho, una de las fuentes que tiene la novela es el conocimiento personal de una escritora a la que admiré mucho como escritora y como persona, que era María Dolores de la Fe. Conocerla personalmente me hizo pensar en la cantidad de cosas a las que una mujer tenía que renunciar en su época si quería dedicarse a ciertas disciplinas creativas. Ella fue madre de familia y no pudo estudiar una carrera. En alguna entrevista decía que “yo nunca pude ir a la universidad, pero era una novelera tremenda”. Fue una mujer que logró ser escritora y articulista, todos la admirábamos mucho.

Me dio por pensar en aquella mujer que, todavía en el 2009, escribía a máquina y en aquellas que se dotaron a sí mismas de una formación en un mundo en el que no estaba pensado que ellas la tuvieran. El otro día escuchaba una entrevista de una de las primeras licenciadas en derecho por la UNED, no recuerdo ahora mismo el nombre, y esta mujer comentaba que ella no había tenido familia, renunció a tener hijos para dedicarse plenamente a su carrera. Eso me hizo pensar en toda esta serie de cuestiones que creo que nosotros como sociedad todavía tenemos pendientes.

¿Crees que la literatura española ha evolucionado también en materia de igualdad o crees que todavía queda mucho trabajo por hacer?

Hay mucho trabajo por hacer. Todavía uno encuentra historias en las que se introducen personajes femeninos por cuestión de mercado, pero en la que los autores (hombres) no conocen el mundo femenino, no saben acercarse a él. Entonces dotan a sus protagonistas femeninas de cualidades esencialmente masculinas y, además, lo peor del mundo masculino lo reproducen en ellos. Lo que tiene que ver con el lado femenino responde a unos estereotipos muy marcados y muy “de macho” también, muy de mirada masculina. Queda muchísimo por andar y ojalá lo andemos, porque eso diría mucho de nosotros como sociedad. Qué duda cabe que se han roto muchos estereotipos, por ejemplo en la novela negra, que es un campo que domino más o menos bien, se ha avanzado muchísimo. Han aparecido personajes como el de Lisbeth Salander, de la saga Millenium de Stieg Larsson, donde es el personaje femenino el que marca el desarrollo del argumento.

Pero viene de Suecia.

Efectivamente. Y así todo, la parte en la que aparecía el personaje masculino era esencialmente machista también. Por lo menos, el que ya nos planteemos estas cuestiones, que queramos pensar sobre ellas, es un avance, pero qué duda cabe que nos queda por andar muchísimo. Seguimos siendo una sociedad esencialmente machista y patrialcal y tenemos que luchar contra eso. Por eliminar el machismo del lenguaje y decir “compañeros y compañeras” tampoco estamos avanzando tanto, el cambio tiene que ser real. No puede ser un cambio de pose o solo de discurso, el discurso es importante, porque las palabras son armas, pero el cambio tiene que evidenciarse en la vida diaria y en el día a día.

En tus páginas siempre dejas entrever ciertas preferencias literarias, ¿son recomendaciones al lector?

Sí, claro. Dos personas que han leído el mismo libro son hermanas, no hay nada tan bonito como descubrir que quien escribió el libro que tu estás leyendo comparte sus lecturas o sus referentes culturales contigo. Por otro lado, hay una ganancia secundaria para el lector, digamos, no cómplice, el lector medio. Pienso siempre en pibas y pibes de 16 años, porque yo fui uno y descubrí los libros que luego para mí han sido imprescindibles gracias a otros libros. El libro es un amante que te exige promiscuidad, todo libro es una llave a otro libro.

Cuanto más explícitas sean esas referencias, más fácil es llegar a esos otros libros, a esos otros autores y me gusta mucho hacer esos guiños. Normalmente no puedo permitirme excederme con ellos, porque mis personajes de las novelas negras suelen ser gente de baja estofa, gente que no lee demasiado. Sin embargo, en el caso de esta novela el narrador es un profesor de filosofía, la protagonista es una escritora, además, con un mundo lector muy amplio y bonito. Forma parte de aquellos lectores de antes que leían absolutamente de todo: empezaban por la novela del XIX y terminaban con lo que se estaba escribiendo en su momento. Eso me permitía hablar de los libros que me gustan y los que me han ayudado a formarme no como escritor, sino como persona, que es lo más importante.

Hablas de Celia como una lectora “compulsiva, caótica, impredecible”, ¿hechas en falta que haya más lectores así?

Sí, yo creo que los buenos lectores somos así. Somos caóticos, imprevisibles, vamos por donde nos da el viento. “Hoy me apetece esto y mañana aquello”. Los buenos lectores no tenemos un canon, sino que vamos formándolo a través de lecturas y lecturas. muchas veces es maravilloso, porque en épocas en las que estás un poco hastiado, no encuentras ningún texto, de repente eliges al azar y eliges bien. Te cae en las manos otro libro que vuelve a reconciliarte con la literatura y la lectura.

¿Cuáles son tus proyectos de futuro?

Ahora mismo trabajo en varias cosas, lo siguiente que aparecerá en las librerías será una novela negra muy probablemente, porque no voy a abandonar el género, sigo en él. Pero estoy trabajando en dos cosas, un ensayo sobre Agustín Espinosa, escritor surrealista tinerfeño muy olvidado y rabiosamente moderno, y una novela sobre los alzados de La Palma que son aquellos señores - estos sí fueron todos machos (risas) - que se mantuvieron fieles a la República después del 18 de julio durante una semana y luego tuvieron que huir al monte. Creo que se merecen que les prestemos atención y contemos su historia y las de sus familias. Sus mujeres, sus madres, que se quedaron allí, en la ciudad, esperando a que ellos sobrevivieran como pudieran. Ahora mismo estoy centrado en la redacción del primer borrador de esa novela.

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