Dejen que los niños se acerquen al reggae

Decaída la tarde, empezaba en el Parque Santa Catalina de la capital grancanaria la segunda jornada del Womad. En el escenario principal andaba Rasta Glover ofreciendo de lo mejorcito seguramente que músicos canarios pueden hacer dentro del reggae.

Y sucedió algo que me tocó la vena sentimental: en medio de una canción dedicada a los niños, subieron al escenario a cuatro chiquillos que estaban por allí. Si vieran la cara del más pequeño, los demás bailaban y sonreían, él más bien se quedó quieto con los ojos como platos. Luego los bajaron de nuevo y se quedaron jugando. “Son el futuro del reggae de Canarias”, bromeó el guitarrista.

Pero hay niños que pueden crecer confiados del futuro y niños a quienes otros intentan arrebatárselo. Lo digo porque en ese ambiente idílico era fácil olvidarlo, pero se mantiene la preocupación en las Islas por lo que ocurre en El Aaiún. Bastantes asistentes al festival este viernes venían de una marcha de apoyo al pueblo saharaui que había concluido en Las Canteras. Y como ya ocurriera en la primera jornada, ondearon las banderas entre el público y algunos artistas pusieron su granito de arena con menciones al conflicto. “Que acaben los atropellos”, dijo de nuevo el guitarrista de Rasta Glover. “He tenido la suerte de estar en los campos de refugiados, y se merecen justicia”, manifestó Amparo Sánchez a su vez.

Dificultades

Dicho esto, afrontemos que, con tres escenarios y conciertos que coincidían a la misma hora, las cosas estaban complicadas para hacer una crónica decente. “Es como ir a un partido de fútbol durante diez minutos”, me espetó un buen amigo con la mejor de las intenciones. Vaya por delante entonces que un servidor va a intentar reflejar lo que vio y escuchó, nada más.

Bien. Después del buen inicio de la mano de Rasta Glover, repetía actuación el Creole Choir Of Cuba en el escenario Guagua. Fue un placer disfrutar de nuevo con sus coreografías y con canciones que no habían interpretado el jueves, como la celebérrima “Chan Chan” que abría el álbum de Buena Vista Social Club.

Eran ya las 21.30 horas y se planteaba el primer dilema. ¿The Birkins o Amparo Sánchez? Pues media hora unos, y media hora la otra, que ambas eran actuaciones con sus alicientes.

No en vano se cita a The Birkins como uno de los nuevos grupos canarios más prometedores. He oído que ya tienen casi listo el disco de debut, y su propuesta no ha cambiado desde el concierto de presentación que dieron en el Cicca hace unos meses: alternan los temas en inglés y francés, y del mismo modo se mueven con elegancia entre las tradiciones del pop-rock anglosajón y la chanson. Hasta volvieron a pinchar antes del concierto el “Alone Again Or” de Love, lo cual debe de haberse convertido en una seña de identidad para ellos a estas alturas.

Y aunque llegué a mitad del concierto de Amparo Sánchez, fue suficiente para comprobar hasta qué punto esta artista pretende marcar distancias respecto a su anterior grupo Amparanoia. Frente a la exuberancia casi alocada de antaño, ahora se dejar mecer por los sonidos de un trompetista que se llevó merecidamente los mayores aplausos, y por otros instrumentos acústicos tocados con más cariño que pasión. En algún momento se animó un poco la cosa, pero para el primero de los bises quedó ella sola con el guitarrista (ése sí que tocaba la eléctrica) y entonó “Desde siempre”, una canción de amor de su nuevo disco Tucson-Habana bonita pero también potencialmente soporífera. El segundo bis, “Apagón en La Habana”, lo oí ya a lo lejos.

Menos mal que a continuación venía el turno de los chinos Hanggai en el escenario Boulevard. Considerando, no obstante, que su líder proviene del punk y que incorporan instrumentos de la música rock, hubiera esperado de ellos una mayor ruptura con el folclore de su país. Eso sí, sólo en el Womad puede uno escuchar a un cantante que domine a la perfección el throat-singing, técnica que permite extraer de la garganta tonos insospechados. Mereció la pena verlos, por tanto, pero no se justificó la etiqueta de grupo revelación del festival que algunos querían adjudicarles antes de tiempo.

De Malí a Estados Unidos

Y una vez más había que desdoblarse para ver a la malí Bako Dagnon (cuya actuación era cita obligada para los amantes de la música africana al tratarse de la primera representante de ese continente en lo que llevamos de Womad) y a la estadounidense Krystle Warren, que acudía con la única compañía de su guitarra acústica y se marcó al final una espeluznante versión de la macartniana “Eleanor Rigby”.

Con mayor atención seguí el concierto de Bigott. Este artista de Zaragoza, que se da un aire a Devendra Banhart, fue responsable de los momentos de mayor intensidad de la velada y demostró ser un tipo de todo menos aburrido, sino más bien de pelo en pecho (y nos dejó comprobarlo, aunque eso se lo podía haber ahorrado) y con dotes de mimo. Sorprendente en un músico que se mueve en terrenos donde predominan las poses apáticas, aunque quienes lo conocían hablaban maravillas de él y ponían como aval canciones suyas de peso como “She Is My Man”, que sonó francamente bien.

En estas nos pusimos en las 02.00 horas, así que tengan piedad si sólo les cuento que Balkatalan Experience es un proyecto de DJ's que buscan poner de relieve la conexión gitana entre los Balcanes y Cataluña (de ahí su nombre), aderezando el espectáculo con bailes y proyecciones de vídeo. Interesante, pero aquello no podía competir con el brasileño Seu Jorge, que actuaba en el escenario principal y últimamente es muy dado a salpicar su repertorio con versiones. Le escuché una de “The Model” de Kraftwerk justo antes de marcharme. Para mí, la noche había terminado.

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