Huérfanos con esperanza
Después de Kiko Veneno (el jueves), de Amparo Sánchez y Seu Jorge (el sábado), y a la espera de que Cheikh Lô ponga el broche final el domingo, esta tercera jornada del Womad se presentaba huérfana de grandes nombres a pesar del considerable número de artistas en cartel. Había que mirarlo por el lado positivo: sería entonces una ocasión para dejarse sorprender, que por algo a este festival intentamos acudir con los menos prejuicios posibles. Sea como fuere, se añadieron varios estilos a la lista de los que han sonado estos días en el Parque Santa Catalina, y comprobamos una vez más el buen nivel de los grupos canarios presentes en el Womad.
Esto último se lo debemos a GAF y La Estrella de la Muerte, que a partir de las 19.15 horas saturaron el ambiente con su “psicodelia fronteriza”. A Bonny (quien había actuado el año pasado en el festival acompañando a Pumuky) se le unieron otros cinco músicos. Sentados tranquilamente y sin que se viera una batería por ningún lado sobre el escenario, ejecutaron durante una hora temas que en alguna ocasión se hicieron cortos, pero siempre fieles a las mismas pautas: relativa sencillez rítmica, desprecio del concepto de instrumento solista (incluida la voz) y predominio de la exploración de texturas sobre las melodías, aunque también las había.
Bonny parte de un conocimiento enciclopédico de los estilos experimentales dentro del rock, e incluso cuando toca en directo con un nutrido grupo de intérpretes no da la espalda a la influencia que ha absorbido de un género tan intimista como es el ambient. De ahí que se tome su tiempo y no necesite abusar constantemente de los decibelios como hacen otros, lo cual es una ventaja.
La de GAF ha sido la propuesta más experimental expuesta hasta ahora en esta edición del Womad, y de que volviéramos a poner los pies en la tierra se encargó Muntu Valdo, él solito, con su Sawa blues (en referencia a la comunidad camerunesa a la que pertenece).
Se le podría definir como un trovador adaptado a los tiempos de la tecnología más puntera, puesto que hacía uso de pedales, sonidos pregrabados y otros que creaba y después reproducía en bucle. Lograba así que se escucharan a la vez varias líneas de guitarra (la cual también golpeaba en ocasiones para extraer sonidos percusivos); la armónica y la voz completaban su arsenal de recursos. Todo esto no quita que hubiera estado en mejor compañía con otros músicos, pero salió del paso bastante bien.
Ataque al unísono
Volviendo al escenario principal esperaba la polaca Warsaw Village Band. Algo había oído ya de ellos, y confirmaron mi impresión de que, si bien su modernización del folclore de su país funciona sin recurrir a fusiones artificiales o a la electrónica, debe ser administrada en dosis moderadas. Y es que el sonido hiriente de los violines, la percusión de aire marcial y el ataque al unísono de las voces femeninas (casi como si recitaran un mantra) dan lugar a una fórmula fascinante y de emociones ambiguas.
Al mismo tiempo, en el escenario Guagua se presentaba Samuel Yirga, también conocido como Sammi. Este integrante del grupo de música etíope Dub Colossus es aficionado a improvisar al piano (aquí se tuvo que confirmar con un teclado Yamaha) y pese a que no seré yo quien diga qué encaja y qué no con la filosofía del Womad, su actuación de este sábado podría haberse producido perfectamente en el marco del Festival Internacional Canarias Jazz y Más. De todas formas, será interesante comprobar cómo se complementa o relaciona esta faceta jazzística de Sammi con el sonido de Dub Colossus. Ocasión habrá, el domingo a las 22.00 horas.
Acto seguido volvió la música tuareg al Womad de la mano de Terakaft, formación muy ligada a la más conocida Tinariwen, con la que comparte algún miembro. Pese a su buen hacer, ocurre que no daba la impresión que tuvieran mucho que añadir a lo dicho por sus hermanos mayores en la pasada edición del festival. Y además aquella era la hora ideal para degustar un plato combinado de cocina cubana, así que buena parte de la actuación de Terakaft la escuché de fondo.
Papas con mojo
Hablando de comida, de lo primero que hizo Benjamín Escoriza nada más subirse al escenario principal hacia las 23.15 horas fue alabar las papas arrugadas y el mojo picón, quintaesencia de la gastronomía canaria en versión para viajeros de brevísima estancia. El ex cantante de Radio Tarifa sigue aunando el flamenco entre otros estilos con los instrumentos de origen andalusí, pero al final lamenté pasar tanto tiempo escuchándole, porque su actuación coincidía con la de los senegaleses Takereifa. Si las dos últimas canciones que tocaron sirven de muestra, habrá que citarlos entre los grupos más festivos, divertidos y bailables que han pasado por la presente edición del Womad.
De todas formas, no me pareció demasiado acertado programar a continuación una hora y media de sesión con el francés Frederic Galliano antes de los conciertos de Orchestre National de Barbes y los lanzaroteños Zürych. ¿No podían haberlo hecho al revés? Que aunque fuera sábado algunas almas cándidas trabajamos al día siguiente.
Por cierto que no puedo dejar de hacer mención a los particulares personajes que pueblan el Parque Santa Catalina estos días. Desde la famosa señora que suele recorrer con un balón Las Canteras (la vi el viernes animando a más no poder a Rasta Glover, no sé si vendría esta vez también) a un doble exacto de Frank Zappa, pasando por un imitador de Sherlock Holmes ataviado con gabardina, sombrero y pipa, aportan más colorido si cabe a la fiesta. Sin embargo, no sé si incluir en esa descripción al portador de carteles mesiánicos que andaba por la Plaza de Canarias. Ése más bien daba mal rollo.