Las Palmas de Gran Canaria, en pantalla grande
El IX Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria ya está en marcha. Y lo hace con un ajustado presupuesto, sin nada de lujo y con una novedosa carta de presentación: un filme que puede encuadrarse, como una particular visión, dentro del cine canario y realizado por cineastas canarios. La isla interior, de Dunia Ayaso y Félix Sabroso, una película correcta que no defraudó a nadie.
La gala de inauguración se desarrolló, como siempre, en un auditorio Alfredo Kraus en el que costaba encontrar invitaciones para abrir oficialmente la cita con el cine en la ciudad. A partir de ahora es tiempo de confirmar una apuesta por un cine de calidad que el propio Festival ha prometido en sus actos previos.
Al menos su película inaugural no defrauda las expectativas. Sabor canario para este inicio con La isla interior. Una película de Dunia Ayaso y Félix Sabroso, rodada casi íntegramente en Las Palmas de Gran Canaria, y donde sus directores hacen su particular terapia familiar.
Los autores de Perdona bonita, pero Lucas me quería a mí o Descongélate, realizan un giro mucho más dramático aunque no abandonan momentos cómicos. La vida son esos contrastes, también para unos personajes ricos y complejos que muestran al mismo tiempo debilidades y fortalezas en torno a la familia.
En suma, se trata de una película de actores. Un interesante reparto de incluye a Geraldine Chaplin, Candela Peña, Cristina Marco, y en el que destaca un gran trabajo de Alberto San Juan por el que consiguió una mención en el pasado Festival de Cine de Valladolid.
La historia nos narra las relaciones en una familia tres días antes de que el padre fallezca. Inquietante ambiente caracterizado por una falta de libertad que conduce a la locura. Pero que nadie se llame a engaños, no se trata de un drama psicológico a lo Bergman. La dureza encuentra sus vías de escape a través de un sentido del humor más eficaz que hilarante.
En cualquier caso, todo el dolor y el rencor acumulado se mantienen hábilmente encerrado dentro de un tono de contención que el espectador espera que pueda explotar en cualquier momento. Y de hecho explota, sin que por ello se desborde, lo cual es un mérito de sus realizadores. No resulta fácil mantener una gran intensidad interpretativa durante toda la película sin que ello devenga en sobreactuaciones o que caiga en lo ridículo.
Aunque la realización se centra fundamentalmente en la interpretación, también hay espacio para un tratamiento poético con los límites geográficos en los que se mueven sus personajes y que estarán marcando también sus límites emocionales. En este sentido, aparece la imagen de la casa al borde de un precipicio hacia el mar, que será tratada casi como un miembro más, indicando la dificultad para seguir avanzando.
La preocupación de La isla interior hacia lo familiar parte del aislamiento de sus miembros y reclama ver el dolor del otro como medio para la compresión y el acercamiento. Muy bella y muy dura la escena con la que se cierra la película mostrando esta dificultad del ver y que separará irremediablemente a unos personajes de otros.
Todo lo contrario a la relación que uno espera que suceda entre el público y la pantalla durante esta semana.