Reivindicando a Aretha Franklin
Think, think, think? reivindicaba Aretha Franklin al machito de la época allá por 1968, aquel año del mayo francés, de acelerados cambios culturales y sociales en el que se clamaba la libertad del ser humano. Sí, del humano, tanto hombre como mujer. El canto de Aretha acaso tenía más valor porque procedía de la boca de una mujer negra. Ahí es nada. Su canción Think se convirtió enseguida en todo un éxito nada más editarse su álbum Aretha now, y su mensaje se nos visualizaría a través de la película Blues Brothers, dirigida en 1980 por John Landis.
Think es todo un canto a la libertad y el respeto a las mujeres, una reivindicación que jamás hay que olvidar, sobre todo en estos tiempos de recortes sociales, culturales y educativos que no hacen sino reducir nuestros niveles de libertad. El mensaje de Aretha ha sido recogido en la obra El manual de la buena esposa, una comedia que se nos torna muy seria porque serio es el tema que aborda.
Con aforo completo, el equipo que dirige el grancanario Quino Falero ha hecho parada en su gira por toda España en el Teatro Cuyás. Con dos funciones (viernes 22 y sábado 23 de febrero) la obra ha llegado a Gran Canaria con un recorrido de más de un año sobre los escenarios. Las actrices Llum Barrera, Mariola Fuentes y Concha Delgado son las encargadas de retratarnos las escenas propias de una época que viene a demostrarnos que no cualquiera tiempo pasado fue mejor, que eso es sólo a nuestro parecer, como bien refirió Jorge Manrique.
Las niñas, jóvenes y mujeres que vivieron durante la dictadura franquista van tomando cuerpo en escena a través de los textos ingeniosos de Miguel del Arco, Verónica Fernández, Yolanda García Serrano, Anna R. Costa, Juan Carlos Rubio y Alfredo Santol. Todos estos autores intervienen para contarnos lo minusvaloradas que vivían las mujeres de esa época anterior a la democracia. Con gracia y salero, apoyándose en el humor, porque la obra como hemos dicho es una comedia, se nos presentan las chicas de la Sección Femenina, esa bofetada a la inteligencia humana que se inventaron los falangistas.
El público ríe, se divierte, porque ese es uno de los objetivos buscados, pero el espectador no puede por momentos dejar de mostrar su indignación ante las aberraciones cometidas en nombre de un estado llamado España que se vio abocado a la sinrazón de unos extremistas. No puede el espectador dejar de pensar que lo que ahora nos causa risa sigue padeciéndose en otros puntos del planeta e incluso en muchos lugares de nuestro país donde la cultura y la educación no se ha regado como debiera. Es por eso que el espectador comprometido sale con ese desasosiego propio de la reflexión sobre un tema duro que aunque se adorne con muchas florituras no deja de remordernos la conciencia.
La igualdad de la mujer. ¿Es acaso esto un asunto discutible? No debiera, pero como reivindicara Aretha Franklin ya más de cinco décadas atrás, es una cuestión a defender porque los valores se pierden si no procuramos un orden social donde prime el sentido común y los principios democráticos. De ahí que sea tan importante el homenaje que El manual de la buena esposa hace a Aretha Franklin frente a los cánones simplistas que imperaban entre artistas patrios como Julio Iglesias o Massiel. ¿O me van a decir que el Lalalá es una letra con mucha profundidad?
Por todas esas impresiones resultantes de la representación, es justo destacar el papel del director, Quino Falero, su ayudante, Anna R. Costa, y también del realizado por la coordinadora de la dramaturgia, Yolanda García Serrano. Su trabajo tiene el mérito de haber conseguido hilvanar con buen ritmo las distintas escenas que conforman la pieza.
Es verdad que su labor se ve enriquecida con las buenas interpretaciones de las tres actrices, que van asumiendo roles distintos, muchas veces antagónicos entre sí, sin que desmerezcan unos de otros. Las tres resultan muy convincentes, además de realmente cómicas en los momentos pertinentes.
Hay que elogiar también su versatilidad al descubrirnos sus dotes para el canto, la música y el baile. Las intérpretes nos regalan momentos verdaderamente brillantes haciendo uso de su voz (es el caso de Llum como cantante española en un número de lo más divertido que nos venía a ilustrar el uso de la censura del momento); de la gracia innata de las tres cuando se nos presentan como las mojigatas españolas que se escandalizan al ver a las alemanas desnudas en un campamento de convivencia nacionalsocialista; o de sus cualidades como integrantes de un grupo de Coros y Danzas con el que cierran el espectáculo.
Sin muchos alardes escénicos, con una resolutiva escenografía y un cuidado vestuario, vistoso y característico de la época, El manual de la buena esposa se nos ha presentado como un montaje de lo más fresco. Aplausos.