El silbo gomero como arma para evitar una invasión
Cuando el 31 de mayo de 1743 el militar inglés Charles Windham quiso invadir La Gomera cometió algunos errores de cálculo que hicieron fracasar el desembarco de forma estrepitosa. Especialmente no tuvo en cuenta el ingenio de los habitantes de la Isla y que su número era bastante mayor al que inicialmente se preveía. Nada más avistar las naves, los gomeros, mediante el silbo, dieron la voz de alarma, con lo cual, en apenas tres horas, La Gomera se puso en pie de guerra. Un tiempo que resultó fundamental para garantizar el fracaso de los ingleses.
Al igual que ocurriría medio siglo después en Tenerife, en 1797, cuando el almirante Nelson fue derrotado por los tinerfeños, esta gesta de los gomeros marcó un antes y un después en la Isla. Con el fin de recordar este capítulo bastante desconocido de la historia insular, el Cabildo ha organizado una serie de conferencias para lo que ha contado con la colaboración de la asociación cultural Blas de Lezo. Hasta septiembre, el segundo martes de cada mes tendrá lugar una charla en la que se disertará sobre este episodio histórico.
Un libro del investigador Carlos Hernández Bento, titulado 1743. La Royal Navy en Canarias, que vio la luz hace pocos años, recogía los detalles de aquella epopeya. Quienes se adentren en la obra llegarán a la conclusión de que el triunfo sólo es atribuible a los 1.568 hombres, mayores de 16 años, que durante dos días se movilizaron de forma incansable para repeler el ataque de un ejército formado por 350 ingleses.
De hecho, el error de los invasores fue minusvalorar el número de personas que estaban dispuestas a luchar en tierra. La batalla quedó resuelta en poco tiempo. Años después, los hechos serían reflejados probablemente por José de Mesa en el mural de la iglesia de la Asunción de San Sebastián de una forma no demasiado fidedigna. En ello, tal vez tuvo que ver que, o bien el pintor era apenas un niño en aquellos tiempos y no recordaba con exactitud lo ocurrido, o que le fue transmitido de una manera distorsionada. Sea como sea, el fresco ha sido la mejor vía para inmortalizar una gesta que, más de dos siglos y medio después, el investigador recogió en su obra. El triunfo de los gomeros es doblemente meritorio; el estado de las armas que tenían en su poder era más que lamentable y resultó hasta milagroso que funcionaran. Especialmente los cañones que databan de la época de Felipe III o la evidente escasez de rifles.
El organizador de las jornadas, Carlos Pérez Simancas, cree que si los ingleses hubiesen sido vencedores, al igual que ocurrió en gran parte de los territorios que fueron sometidos, habrían tomado la Isla para usarla como un puerto estable entre la Metrópolis y América. Luego, con el tiempo, la hubiesen canjeado por otra colonia. Así pasó, por ejemplo, con Menorca que entregaron a los españoles a cambio de la isla de Trinidad.
Lo cierto es que, con esta epopeya, La Gomera se unió al grupo de lugares de Canarias en los que los asaltos de ejército británico se saldaron con el más estrepitoso de los fracasos. En realidad todos. Pérez Simancas considera que la principal conclusión que se debe extraer, y así lo intentarán transmitir en las jornadas, es que “unidos somos fuertes”.
La investigación de Hernández Bento tiene la particularidad de que no sólo se limitó a los archivos de las Islas, sino que también indagó en los de Inglaterra. No es extraño que surgieran novedades de unos sucesos que estaban un tanto ocultos tras la bruma del tiempo y el desinterés. Por ejemplo, Hernández descubrió el retrato del militar que estuvo al frente de esta fracasada invasión y que permanecía colgado en las paredes de su mansión inglesa.
Las incursiones se enmarcan en la política de los ingleses y franceses de intentar hacerse con el mayor número de colonias españolas y portuguesas que fuera posible y que, en general, acabaron en derrota. Un ejemplo fueron los acontecimientos ocurridos en La Gomera, de los que la prensa europea se hizo eco, demostrando un entusiasta apoyo a los habitantes de la Isla Colombina y lanzando calificativos despectivos hacia los ingleses.
El interés de Hernández Bento por investigar este episodio tiene su origen en la curiosidad que desde niño sintió por el mural en el que se ve el ataque de unos navíos adornados con banderas rojas. Ya de mayor efectivamente pudo comprobar que se trataba de una división de la armada inglesa encargada de interceptar las embarcaciones españolas cargadas con mercancías. Una especie de pirateo pero bendecido por el Gobierno inglés. La fascinación que Hernández Bento sentía por esa pintura al final se convirtió en la excusa perfecta para investigar los hechos allí reflejados. Trascendió que el día 29 fueron avistadas desde Chipude y Vallehermoso, las tres naves, con lo cual, cuando se inició la invasión el 31 de ese mes, los ingleses ya no podían contar con el factor sorpresa.
La batalla apenas duró un día. Primero los barcos se situaron en la bahía de la Villa desde donde abrieron fuego y esa misma noche enviaron un mensaje exigiendo en términos despectivos una rendición sin condiciones. Sin embargo, la respuesta que recibieron por parte del religioso Diego Bueno fue épica: “Por mi patria, por mi Rey, por mi Ley y por mi Dios he de perder la vida. El más fuerte, vencerá”. Ese mensaje sería traducido luego a las siete lenguas cultas y daría la vuelta a Europa como una especie de mantra sobre el coraje de un pueblo frente a la agresiva política anexionista de los más poderosos. Al día siguiente, cuando los británicos desembarcaron, se encontraron con muchos más isleños de los esperados, por lo que no tardaron demasiado en regresar a las naves en franca retirada.
El interés de los ingleses en conquistar La Gomera no era casual. Por el contrario, se enmarca en el objetivo de cortocircuitar las comunicaciones entre América y la Península. Para ello, era preciso tomar una isla y establecer una base permanente desde donde emprender la guerra contra la flota de Indias. La Gomera, en teoría, resultaba la presa perfecta.
Pero la tarea no resultó tan sencilla como en principio se planteaba. Como conclusión, Pérez Simancas apunta que la Isla protagonizó así un glorioso episodio de la conocida como la Guerra del Asiento, “pero este hecho se olvidó, y somos unos pocos quienes, con mucho esfuerzo, queremos volver a ponerla en el lugar que se merece. En estos días estamos cumpliendo 275 años de esta gesta, un aniversario en el que los hocicos del diablo, los enemigos del rey de España, fueron sometidos a la fuerza a una cura de humildad”.
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