Y crea riqueza
¿Quién dijo que una huelga general provoca la caída del no sé cuántos por ciento del Producto Interior Bruto de un país? ¿Qué macrogenio cuantificó el desastre de este 29-S en porrocientos millones de euros de alcanzarse un seguimiento del 70%? ¿Cómo se llama el gurú que ha cifrado en pérdida total de lo que ha recuperado la economía española en 2010 de secundar el paro como mínimo un 30% de la población activa? ¿En cuánto afecta al bolsillo del común de los mortales los fantasmagóricos números de la macroeconomía?
Dejemos las respuestas para los sesudos analistas de lo de siempre, del más de lo mismo a falta de una alternativa político-sindical creíble. Bajamos un ratito a ras de suelo, pegaditos, por ejemplo, al recorrido de la manifestación principal de Las Palmas de Gran Canaria, desde la Plaza de La Feria a la ídem de España, a través de la artería por dónde se alargó aquel Real del XV hasta el Puerto del XIX: la calle de don Fernando León y Castillo.
CANARIAS AHORA decidió dar un pasito más ante la huelga general y caminar 500 metros por delante, más rápido, que la cabecera de los sindicalistas. Y a lo largo de la larga marcha hasta la Avenida de José Mesa y López -total, no había guaguas a esa hora para ir de Las Palmas al Puerto-, tomar el pulso de la ciudad donde realmente se cuece: en los bares.
Es curioso. Si durante las primeras horas la tensión piquetera se centró en tiendas y bares del corazón capitalino, durante el recorrido oficial estos fueron punto de avituallamiento, debate y pulsión de lo que la gente entiende sobre la convocatoria de paro general.
Hubo de todo. Desde paisanos ajenos al bullicio hasta sindicalistas, peto al pecho y gorra en ristre, refrescando el gaznate. Y una cuestión de fondo sobre las barras, más allá de seguidores o detractores de las formas de esta movilización sindical. ¿Y mañana, qué?
Mañana será otro día. El primero en que los sindicatos deben abrirse en carnes y no mirarse al espejo mágico de las cifras irreales del 29-S. Abrirse por dentro y preguntarse ante ese mismo espejo por qué, en casi todos esos bares, qué lugares, hasta los propios huelguistas de la puta base sienten ya el rechazo generalizado de buena parte de la sociedad. Saben a ciencia cierta que tan denostado es un político como un liberado sindical.
Pero eso es cosa para mañana y la altura de miras de un sindicalismo que no ha llegado al siglo XXI. Que parece, a veces, avanzar lentamente como si León y Castillo fuera ministro.
La gente, por contra, caminó mucho más rápido. Dio colorido a un mediodía radiante para irse a la playa y dejarse de sudores sobre el asfalto. Y en la confluencia de la artería alargada con la Avenida de Juan XXIII, hasta sirvió de instantánea folclórica para los turistas de la guiriguagua, volcados a retratar la marea roja de LPGC desde el segundo piso descapotado. Ni Rita Martín hubiese ideado un incentivo mayor para otro cualquier miércoles muerto de tráfico y rutinas.
La marea, casi al final, se puso religiosa. Abandonó León y Castillo y Alcaravaneras adentro enfiló Pío XII para alcanzar el objetivo mágico: El Corte Inglés. Excesivamente custodiado por los cuerpos y fuerzas de seguridad...¡del Estado! Y no pasó nada. Mucho ruido y ganas.
La comitiva desembocó en la Plaza de España. Lentamente, cansadita, sedientita. Y como respuesta natural a los macronuméricos, dispuesta a crear riqueza este mismísimo 29-S, se diluyó codo a codo en la barra de un bar.
Pocos podían imaginarse a esas horas de almorzar una cafetería tan atestada como la del Ópera, llena de banderas rojas y cervezas a raudales, mientras de fondo se escuchaban los discursos de rigor. No era la única. En Juan Manuel Durán, hasta los policías se tomaban un respiro -isotónico y light, por supuesto-.
Pero se echaron en falta las terrazas de La Victoria, cerradas a cal y canto por temor a un incivismo sindical inexistente, que simplemente les hizo perder ese buen puñadito de euros inesperados para un miércoles a las tres de la tarde.
Total, en un par de horas jugaba el Barça...