Un juez español y otro sueco presenciaron los altercados
Un magistrado español, Jesús Martín Morillo, titular de un juzgado de lo Social de Oviedo, y un juez sueco fueron dos de los dieciocho juristas europeos que presenciaron este viernes en Casablanca los incidentes producidos en el segundo intento de juicio contra siete activistas saharauis. Formaban parte de la delegación de juristas observadores diez representantes del Consejo General de la Abogacía Española,entre ellos la canaria Inés Miranda, el juez Martín Morillo y un profesor de Derecho Internacional de la Universidad de Donosti.
Completaban la delegación dos juristas franceses, una italiana, uno del Comité de Derechos Humanos de Inglaterra y Gales y tres suecos, dos abogados y un juez.
Todos ellos fueron insultados y escupidos por los abogados marroquíes, entre los que se encontraba el decano de los abogados de Casablanca. Los asientos de la sala estaban ocupados por los letrados marroquíes, lo que obligó a los observadores internacionales a permanecer de pie en los pasillos.
Perfectamente togados, algunos de los letrados marroquíes se cubrían además por banderas de su país, y fueron ellos los que comenzaron las provocaciones e insultos al entrar en la sala los cuatro activistas saharauis procesados. Fue en ese instante cuando el magistrado y el tribunal que presidía el acto abandonó precipitadamente la sala, sin imponer orden de ningún tipo y dejando a los juristas observadores en manos de la turba, unos ochenta letrados fuera de sí.
Hubo gritos de toda índole, incluso el calificativo de “terroristas” dirigidos a los españoles, a los que se increpaba diciéndoles que “los derechos humanos no existen” y “ustedes aniquilaron a los árabes de España, de Andalucía y del Rif”. Una decena de juristas quedó encerrada en las dependencias del juzgado recibiendo improperios y golpes por parte de los abogados alauitas, que impedían que se abrieran las puertas alegando motivos de seguridad.
El desamparo se apoderó de los españoles ante la imposibilidad de contactar telefónicamente con el consulado en Casablanca. En una ocasión, incluso, notaron cómo se les colgaba el teléfono, según relató a este periódico una de las testigos canarias. El representante español terminó apareciendo en el lugar del suceso para preocuparse exclusivamente de los periodistas, tanto los agredidos como los sanos y salvos.
Fueron los periodistas los que indicaron al cónsul que había una decena de juristas retenidos, pero en ese momento fueron liberados. La situación se resolvió finalmente con la salida de los juristas y la huida de los saharauis en medio de un tumulto de marroquíes que les persiguieron arrojándoles piedras.