Al menos 64 muertos en un sangriento atentado en Pakistán

Al menos 64 personas murieron este jueves y 80 resultaron heridas en un doble atentado suicida, el más sangriento en lo que va de año, contra la principal fábrica de armamento de Pakistán, ubicada cerca de Islamabad, informó la Policía.

Según una fuente policial citada por la cadena privada “Dawn TV”, el ataque tuvo lugar a las puertas del polígono industrial que alberga el cuartel de Wah, a las afueras de la ciudad histórica de Taxila, a unos 30 kilómetros de la capital.

Una fuente hospitalaria aseguró que el número de muertos asciende a 70 y el de heridos a 80, según el canal “Geo TV”.

Los suicidas hicieron estallar las cargas explosivas que portaban de forma consecutiva en dos de las puertas de acceso al complejo, en torno a las 14.40 horas locales (08.40 GMT).

Gran parte del personal de la instalación, que fabrica armas y municiones y en la que trabajan unas 40.000 personas, estaba abandonando el recinto cuando se registraron las explosiones.

“Aparentemente, dos hombres hicieron estallar los explosivos fuera de la fábrica durante un cambio de turno”, dijo a Geo una fuente policial.

Otra fuente de las fuerzas de seguridad señaló que en los alrededores se encontraron varias chaquetas listas para ser empleadas en atentados suicidas y un buen número de explosivos.

“La fábrica de Wah dispone de un férreo dispositivo de seguridad para controlar quién accede y abandona el recinto, pero cualquier persona puede aproximarse sin problemas a alguna de las numerosas puertas”, explicó a Efe una fuente militar.

Las fuerzas de seguridad acordonaron la zona tras el atentado y los servicios de rescate trasladaron los heridos a hospitales cercanos de Taxila y Rawalpindi, mientras que el Ministerio de Interior declaró el estado de “alerta máxima” en todo el país.

El primer ministro, Yusuf Razá Guilani, y el presidente interino, Mohamadmian Sumro, así como otros líderes políticos, condenaron el ataque y aseguraron que los culpables serán llevados a la justicia.

El de hoy es el peor atentado que sufre Pakistán en lo que va de año y el cuarto en los últimos diez días, que en total se han cobrado la vida de un centenar de personas en ciudades como Peshawar y Tank en el noroeste y Lahore en el este.

El movimiento Tehrik-e-Taliban Pakistan (TTP), que aglutina a los grupos talibanes paquistaníes, reivindicó la autoría del ataque a través de su portavoz, el clérigo Omar, citado por “Dawn TV”.

El TTP ya había amenazado con más ataques mientras continúe la operación que el Ejército ha lanzado contra los insurgentes en la demarcación tribal de Bajaur, en la frontera con Afganistán, donde en dos semanas han fallecido más de 600 personas en combates, la mayoría integristas.

El Gobierno paquistaní, formado a finales de marzo, dio un giro a la política antiterrorista del ex presidente Pervez Musharraf y optó por iniciar negociaciones de paz con grupos insurgentes de la zona fronteriza.

Aunque llegaron a firmarse algunos acuerdos de paz, con la mediación de consejos tribales, la violencia ha rebrotado en las últimas semanas, en las que el Ejército ha lanzado operaciones en cuatro zonas dominadas por grupos insurgentes.

En un seminario antiterrorista desarrollado hoy en Islamabad, Guilani admitió la necesidad de plantar batalla a los extremistas.

“La guerra contra el terror no se puede ganar a la defensiva. Tenemos que lleva la batalla a las puertas de los extremistas”, declaró el primer ministro en el seminario, organizado en colaboración con el Departamento norteamericano de Estado, según la agencia oficial APP.

“No nos ataca un Ejército extranjero o conocido. Nuestro enemigo merodea en silencio dentro de nuestra sociedad. Esta es nuestra propia guerra”, abundó.

El primer ministro, cuyo discurso dio a entender que el Gobierno abandona definitivamente la vía del diálogo con los talibanes locales, dijo que Pakistán debe “sacar de su escondite al terrorista sin rostro, obstruir sus planes y hacer frente a las peores amenazas antes de que emerjan”.

El incremento de la violencia coincide con una situación de atolladero político, con las dos fuerzas mayoritarias de la coalición gubernamental incapaces de llegar a un acuerdo para resolver la crisis judicial y la sucesión de Pervez Musharraf, quien dimitió como presidente el pasado lunes. (Igor G. Barbero)

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